Imaginen la siguiente situación: un nieto de 4 años oyó a su abuelo con tristeza decir: «Ojalá pudiera volver a ser un niño«. Después de una pausa pensativa, el pequeño le propuso una sugerencia: el abuelo no debía comer ninguna verdura. La lógica era ingeniosa: comer verduras convierte a los niños en adultos fuertes, por lo que no comer verduras debe revertir el proceso, ¿o no?.

Ningún adulto llegaría a esa idea. Pero cualquier persona con un niño de 4 años puede contar historias similares. La creatividad de los niños pequeños parece superar a la de los adultos más imaginativos.

¿Cómo cambia la capacidad de ser creativos a medida que envejecemos?

¿Este cambio ocurre a partir de la adolescencia? o ¿Antes de eso? Para investigar estas preguntas, los investigadores Alison Gopnik y Tom Griffiths de la Universidad de Berkeley, en California llevaron a cabo varios experimentos.

Comenzaron con un grupo de participantes de varias edades: preescolares de 4 y 5 años de edad; niños de 6 a 11 años de edad; adolescentes de 12 a 14 años de edad; y, por supuesto, adultos. En el experimento se les presentó un escenario que involucraba una máquina física que se iluminaba cuando se ponían algunas combinaciones de bloques en ella, pero no otras. Cualquiera de las dos hipótesis podría explicar cómo funcionó la máquina. Podría funcionar de manera habitual y obvia: algunos bloques individuales harían que se iluminara, y los otros bloques eran irrelevantes. O podría funcionar de una manera más inusual: tomaría una combinación de diversos bloques para hacer que la luz de la máquina se encendiera.

También presentaron a los participantes otro escenario, también con dos posibles explicaciones. Este escenario era social: una historia sobre Sally, que se acercó a un monopatín, y Josie, que evitó un scooter. ¿Cómo? La explicación habitual era que algo sobre los rasgos individuales de Sally y Josie los hacía actuar como ellos, tal vez Sally era más valiente que Josie. Una explicación más inusual, aunque igualmente válida, era que algo sobre la situación era importante – quizás el patín era más seguro que el scooter.

Luego añadieron un giro. Otro grupo de participantes vio los mismos escenarios, pero esta vez vieron un conjunto adicional de hechos que hicieron que la explicación inusual fuera más probable que la más obvia. ¿Los participantes irían con la explicación obvia, o probarían algo nuevo?.

Cuando se trataba de explicar la máquina física, el patrón era directo. Los niños en edad preescolar eran más propensos a llegar a la explicación creativa, inusual. Los niños en edad escolar eran algo menos creativos. Y hubo una caída dramática en la adolescencia. Tanto los adolescentes como los adultos eran los más propensos a seguir con la explicación obvia incluso cuando no encajaba con los datos.

Pero había un patrón diferente cuando se trataba de los problemas sociales. Una vez más, los niños en edad preescolar eran más propensos a dar la explicación creativa de lo que eran los de 6 años de edad o adultos. Ahora, sin embargo, los adolescentes eran el grupo más creativo de todos. Ellos eran más propensos a elegir la explicación inusual, más que los niños de 6 años de edad o los adultos.

¿Por qué generalmente la creatividad tiende a disminuir a medida que envejecemos?

Una razón puede ser que a medida que envejecemos, sabemos más. Eso es principalmente una ventaja, por supuesto. Pero también puede llevarnos a ignorar evidencias que contradicen lo que ya pensamos. Nos quedamos demasiado fijos en nuestras maneras de entender el mundo, en lugar de dar espacio a cosas distintas.

Por otra parte, la explicación puede tener que ver con una tensión entre dos tipos de pensamiento: lo que los científicos informáticos llaman exploración y explotación. Cuando nos enfrentamos a un nuevo problema, los adultos usualmente explotan el conocimiento sobre el mundo que hemos adquirido hasta ahora. Tratamos de encontrar rápidamente una solución bastante buena que esté cerca de las soluciones que ya tenemos. Por otro lado, la exploración – probar algo nuevo – puede llevarnos a una idea más inusual, una solución menos obvia, una nueva pieza de conocimiento. Pero también puede significar que perdemos tiempo considerando posibilidades locas que nunca funcionarán, algo que tanto los niños preescolares como los adolescentes suelen hacer.

La respuesta: La infancia y la adolescencia pueden, al menos en parte, estar diseñadas para resolver la tensión entre la exploración y la explotación. Esos períodos de nuestra vida nos dan tiempo para explorar antes de que tengamos que enfrentar las severas y serias realidades de la vida adulta. Los adolescentes no se preocupan tanto por cómo funciona el mundo físico, pero sí les importa mucho explorar todas las formas en que el mundo social puede organizarse.

Comprender este fenómeno también nos puede ayudar a encontrar caminos que fomenten la innovación y la creatividad en las organizaciones, acotando la búsqueda de nuevas soluciones por la vía de la explotación del conocimiento existente y fomentando la exploración como una el camino donde la creatividad y las soluciones innovadores son realmente bienvenidas. 

Takeaways: Es un hecho que a medida que envejecemos, perdemos nuestra capacidad de ser más creativos y pensar «fuera de la caja«. Esta investigación comprueba esta creencia y presenta además una posible explicación en base a como utilizamos nuestros conocimientos: explorando lo que nos rodea (en la niñez y adolescencia) o explotando lo que ya sabemos que funciona (en la adultez).

Artículo original de New York Times (en inglés).