“El bosque sería muy triste si sólo cantaran los pájaros que mejor lo hacen”

Rabindranath Tagoré

El término inclusión apareció en escena y comenzó a usarse a partir de los años 1990 en el ámbito educativo, en donde fue sustituyendo poco a poco el concepto de integración.

El enfoque inclusivo en su esencia y concepción, valora las diferencias, celebra la diversidad, ve las diferencias como una normalidad más que como una rareza, y promueve un trato equitativo y justo para cada persona, independientemente de sus características o condición. Es en el fondo una opción consciente y deliberada por la heterogeneidad. Por cierto, visto lo que significa, este enfoque resulta valioso para ser aplicado mucho más allá del espectro educativo, como por ejemplo en las Empresas.

Sin embargo, el problema surge cuando el término inclusión se “chacrea”, se desvaloriza, pierde su esencia, al pasar a formar parte del diccionario de lo “políticamente correcto”, y se comienza a usar como un “comodín” que sirve para todo, según la conveniencia de quien lo utilice. Hoy se habla por ejemplo de colegios inclusivos; organizaciones inclusivas; economía inclusiva; sociedad inclusiva; gobierno inclusivo; parlamento inclusivo; lenguaje inclusivo; políticas inclusivas etc, etc.

Al estar de moda el concepto, al haberse transformado en el estandarte de la corrección política, todos tratan de usarlo y se suben al carro de la inclusión, para mostrarse, venderse mejor, lavar imagen y sacarse una buena foto. Un ejemplo de ello ocurrió en Diciembre del 2020 en que se crea el consejo para el “capitalismo inclusivo”, iniciativa liderada nada menos que por el Vaticano y que está integrada curiosamente por algunos conocidos multimillonarios históricamente depredadores.

De hecho, el término inclusión se ha desvirtuado tanto, que amplios sectores lo asocian sólo a lo que les conviene y a lo que encaja con lo que se ha establecido como políticamente correcto, pero se excluye al diferente a mí, al que piensa y opina distinto, al que va contra la corriente imperante, al que está afectando mi interés personal o los beneficios de mi Empresa. Hoy podemos ver esto por donde miremos; por ejemplo en los medios de comunicación y redes sociales, en donde la censura ejerce su poder. La inclusión significa incluir a todo y a todos; debe transformarse en verdad y no en una simple palabra promocional.

En las Empresas ocurre un poco más de lo mismo; se ha puesto de moda hablar y hablar de inclusión. Pero, ¿existe realmente la inclusión en las Empresas de hoy? La respuesta es no. Aunque ya hay muchos estudios que demuestran que las Organizaciones diversas e inclusivas, son más productivas, estimulan la creatividad y generan compromiso, lo cierto es que hasta ahora se sigue gestionando al amparo de paradigmas absolutamente disfuncionales, con el estado de resultados en la mano y con la vista en el corto plazo.

Hasta el día de hoy, en las Empresas se sigue asociando la inclusión a la discapacidad y sólo en el último tiempo, en forma incipiente, a cierta paridad entre hombres y mujeres. Muchas Empresas aparentan ser inclusivas, mostrando y promocionando la existencia de algún empleado discapacitado, o de mujeres en ciertos puestos directivos. Pero la inclusión está lejos de ser sólo esto.

La inclusión es aceptar de verdad la diversidad y honrar al otro, no abandonándolo, tendiéndole una mano y dándole espacio para que se desarrolle. Al respecto veamos dos ejemplos actuales que contradicen todo el “discurso inclusivo” de la mayoría de las Empresas:

  • Hoy en pleno siglo 21, se sigue discriminando abiertamente por edad. Las personas que superan el límite de los 50 años son poco a poco desechadas. Hoy cuesta encontrar personas que laboren en Empresas que superen los 55 – 60 años; lo que resulta dramático si se considera que las expectativas de vida actualmente superan los 80 años y que la edad de jubilación es de 65, siendo bastante probable que se aumente para darle viabilidad al sistema de pensiones. Más disfuncional resulta esto, si se consideran diversos estudios recientes que indican que el máximo potencial de un ser humano se alcanza entre los 60 – 70 años.
  • Hoy en pleno siglo 21, se sigue discriminando abiertamente por funcionalidad; es decir, se aparta a personas normales, con talento, pero que no se ajustan a la estandarización que se ha impuesto y a la lógica del “histerismo colectivo” que hoy impera en muchas organizaciones y que se traduce sólo en un hacer-hacer-hacer compulsivo y rápido. Una frase que se ha hecho muy popular en las Empresas refleja muy bien esto: “Aquí no se te paga para pensar”. Se prioriza la meta cortoplacista por sobre cualquier cosa; y el que no la cumple se va. Da lo mismo el potencial y características que tenga la persona en cuestión.

“La mayoría de los seres humanos se mueren con la música dentro; sin haberla escuchado jamás«

Mario Alonso Puig

La verdadera inclusión parte cuando reconocemos que en todo ser humano hay potencial, hay semillas de grandeza.

El arte de liderar consiste en “hacer aparecer al otro”; darle y generarle espacios de oportunidad, para que aparezca lo que lleva dentro de sí; para que suene su música única. Liderar no es llenar ni atosigar, sino sacar de dentro, encendiendo el fuego interior de cada persona.

Debemos aprender a mirar a todo ser humano como aquello que es infinitamente valioso. Cuando esto ocurre, la persona mirada reconoce su propio valor y busca y encuentra el espacio para desplegar su talento.

Si queremos generar de verdad culturas inclusivas dentro de las Organizaciones, trabajemos y potenciemos los siguientes ámbitos:

Generemos un entorno seguro, en que las personas se sientan apoyadas y respaldadas. Sientan que tienen las espaldas cubiertas, y que por principio no existe nadie que sea desechable.

Generemos Empresas que sean Comunidades, en que prime la colaboración por sobre la competencia; en que las personas se sientan acogidas y con sentido de pertenencia. Cuando hay una comunidad de verdad, todos sienten y perciben que allí no se abandona a nadie cuando está pasando por un mal momento, o está afectado por algún condicionamiento que alguien ha establecido.

Generemos Empresas que prioricen el reconocimiento, que vean a las personas, las valoren, y a partir de ello generen espacios que les permita crecer, mejorar y progresar. Que valoren a las personas por lo que son, por las semillas que llevan dentro, y no sólo por sus características aparentes o lo que la mente nos hace creer que es su futuro.

Generemos Empresas con propósito, que movilicen, motiven e integren a las personas, para que cada uno, independientemente de su condición y características, se sienta desafiado a contribuir con la expresión de sus talentos al bienestar propio y de los demás.

Takeaways: El término “inclusión” se ha transformado en un “comodín” de la corrección política, lo que lo ha desvalorizado y le ha hecho perder su esencia y contenido, transformándose en un medio para promocionarse y lavar imagen. El desafío hoy, en especial en las Empresas, es recuperar su sentido auténtico, y aplicarlo real e integralmente.