“No hay nada en el mundo que sea tan irresistiblemente contagioso como la risa y el buen humor.”

Charles Dickens

Según los antiguos griegos el cuerpo humano contenía cuatro líquidos básicos llamados “humores” (sangre; bilis amarilla y negra; y flema), los que se relacionaban con los cuatro elementos: aire, fuego, tierra y agua. Su balance era considerado esencial para la buena salud. Cuando alguien estaba en equilibrio y en perfecto estado de salud, se decía que estaba de buen humor.

Con el tiempo, la acepción que se le ha dado al concepto de humor y sentido del humor ha derivado a una actitud positiva para enfrentar la vida, lo que se manifiesta en vivacidad, agudeza, chispa, espíritu alegre, entusiasmo y liviandad de sangre. Se dice que hay humor cuando se exalta el lado cómico o risueño de diversas situaciones; cuando hay entusiasmo; cuando hay buen genio.

De lo anterior podemos deducir que el sentido del humor es algo positivo por donde se lo mire. Al respecto sin embargo, llama profundamente la atención lo poco que se lo cultiva y desarrolla al interior de las Organizaciones. Se tiende a pensar que estas deben estar revestidas de un aura de seriedad y gravedad, lo que por cierto incluye a los profesionales, ejecutivos y gestores. Se ha instalado en el inconsciente colectivo que mientras más responsabilidad tiene una persona, más tiene que poseer el atributo de la seriedad. Se desconfía del risueño. Se cree que si se promueve un ambiente donde haya humor no se podrá trabajar y la gente será menos productiva.

Nos han criado en una cultura de la seriedad, en que el humor es visto con cierta sospecha. Basta asistir a algunas reuniones de negocios, de directores o gerentes, para ver que lo que prima es el postureo de la seriedad. Se impone la creencia que nos han instalado de que “la risa abunda en la boca de los tontos”. De pronto, en dichas reuniones, más que personas vemos “estatuas de mármol” y personajes.

Lo señalado en el apartado anterior, por cierto, constituye un craso error. Cuando las personas se ríen entre sí, conectan, derriban cualquier barrera que pudiera existir entre ellas, se sienten mejor, más relajadas y son más productivas. De hecho, diversos estudios avalan que el humor genera seguridad psicológica, un ambiente cordial y acogedor; liderazgos más inspiradores y motivadores; aplaca el miedo y genera equipos más comprometidos y productivos.

Definitivamente hay que promover y cultivar el humor dentro de nuestras Organizaciones; pero no cualquier humor ni sentido del humor, sino un “buen sentido del humor”, que es aquel que busca aligerar y alegrar sanamente los ambientes, no tensarlos. Hay que cultivar un “humor consciente” (atingente y atento a las circunstancias y al entorno), que no traspase la delgada línea que separa al humor del ridículo y la ofensa. En esto, los llamados a ser líderes tienen un papel esencial. Ellos son los que deben marcar la pauta e imprimirle un sello de humor a la Organización, que vaya impregnando la cultura de la misma.

“Una persona que no cultiva el sentido del humor puede aspirar a ser algún día jefe de algo, pero jamás será un líder”

El Autor

Hace un tiempo leí un artículo que indicaba que el sentido del humor es “el último bastión de la humanidad”. Es un campo en el que las máquinas y la tecnología todavía no son capaces de reemplazarnos, ni parece que vaya a ocurrir pronto. Con el humor humanizamos todo, y por cierto el trabajo. Es un recurso que bien utilizado, nos hace ser más humanos, más cercanos, nos permite conectar y relacionarnos mejor como personas.

El humor es un vehículo perfecto para que aparezca y se desarrolle un liderazgo auténtico, transformador y motivador. El liderazgo de verdad debe estar anclado en el Ser y no en el Ego; debe ser la expresión genuina de lo que somos y no de las apariencias. Y nunca somos más nosotros mismos que cuando nos reímos. Al reírnos, estamos en el presente, el ego y lo que creemos ser se desactiva; sólo somos, vemos al otro, conectamos con el otro y generamos vínculos sanos.

Por lo tanto, el humor debería ser el arma secreta de los aspirantes a líderes; y estos deberían considerar algunos puntos clave para desarrollarlo y potenciarlo:

  1. Tomar consciencia de que el humor se puede desarrollar, independientemente de nuestro ADN o características personales.
  • Hacernos más conscientes practicando la atención plena. Al aprender a mirar y ver de verdad, nos daremos cuenta de que el humor está en todo. Sólo hay que abrirle un cauce para que se exprese.
  • Aprender a conectar con la risa. Esta no es algo etéreo o intelectual, que sólo puede surgir cuando alguien nos cuenta un chiste. La risa, por el contrario, es una energía que está en el interior de cada ser humano y que hay que aprender a sacarla fuera cuando queramos, conscientemente, sin necesidad de estímulos externos. Este debería ser un aprendizaje clave en la formación de líderes, el que por cierto no es considerado en la mayoría de los programas formativos actuales.
  • Aprender a reírnos de nosotros mismos. El humor que yo pueda desarrollar parte y se sustenta en la relación que tengo conmigo. Esto nos conecta directamente con la humildad, virtud clave para desarrollar un liderazgo efectivo y transformador.
  • Tener y gestionar una estrategia que nos ayude en nuestro empeño:

– Auto obsérvate, reconócete. Toma nota de cuáles son tus características y en qué nivel de humor estas.

– Trata de encontrar y descubrir tú propio estilo. Aquel que te salga natural y que sea una fiel expresión de tú ser esencial.

– Busca los espacios donde desarrollar tú humor deliberadamente en el día a día. El humor natural tiene sentido en las conversaciones, en lo cotidiano, en una negociación, para motivar a alguien, al dar una instrucción, etc. Hay que salirse de los estereotipos y de lo formateado. La muerte del humor ocurre cuando se sale de lo espontáneo, y se da una orden del tipo “ahora vamos a aplicar humor en la Empresa”, y se organiza una fiesta de disfraces o se llena la Empresa de posters o mensajes supuestamente divertidos. El humor auténtico es natural, no es impuesto y nace del comportamiento habitual de las personas.

– Practica y práctica. La práctica hace al maestro.

– Saca la risa hacia fuera cada vez que puedas, sin temor al ridículo ni al qué dirán. Y que esa risa, auténtica, única, pase poco a poco a ser tú marca registrada.

– Desafíate cada vez un poco más, probando, innovando y dejando al “personaje” guardado en un cajón. Cuando tú eres tú, el humor aflora naturalmente.

En definitiva, un líder auténtico debe ser un activista del buen sentido del humor. Practicándolo, promoviéndolo y expandiéndolo por toda la Organización. Hay que dejar que nuestras Empresas se contagien de humor. El humor es sin duda el único virus sano y que no deja ninguna secuela negativa. El humor y su risa consecuente, hay que verlo como un salvavidas; como una energía que conecta, que aglutina, que motiva y que genera Organizaciones con propósito, más sanas y comprometidas.

Por lo tanto, te propongo que la próxima vez que asistas a tú comité, a la reunión de negocios o a la reunión con las personas que trabajan contigo, hazles de entrada la siguiente pregunta: ¿Por qué están tan serios?

Takeaways: En el liderazgo el “buen sentido del humor” es una competencia clave. Debemos dejar atrás la disfuncional creencia de que las Empresas para ser eficientes y productivas deben estar revestidas con un aura de seriedad y gravedad. El buen humor lo cambia todo: conecta a las personas, derriba barreras, genera entusiasmo, compromiso y Organizaciones sanas y con propósito. Un liderazgo auténtico y transformador debe tener como un pilar esencial el dominio del arte del “buen sentido del humor”.