Finalmente, Dudamel se va. No todos los días se recibe una oferta para dirigir en París y sobre todo a un equipo donde están los mejores. Así las cosas, el venezolano estaría iniciando en julio su contrato por seis temporadas en la cuidad luz.

Hay que decir que Dudamel ha sido un personaje controvertido y que sin embargo ha llegado a posicionarse entre los mejores del mundo. Con su estilo particular, ha sabido hacerse un lugar en un mundo altamente complejo y competitivo, donde las jóvenes promesas no siempre llegan a consolidarse en el tiempo.

Por si se siente confundido, me permito hacer una aclaración. Estamos hablando de Gustavo Dudamel, actual director de la Orquesta Sinfónica de Los Ángeles, California, y no de su compatriota Rafael, actual DT de la Universidad de Chile.

Porque esa es la tremenda noticia que se despachó, hace apenas dos semanas, el director de la Opera de París, quien anunció que ha llegado a un acuerdo para que el venezolano dirija las próximas 6 temporadas de conciertos del templo histórico de la opera parisina.

¿Cómo un niño nacido en Barquisimeto, formado en el Sistema de orquestas juveniles e infantiles de Venezuela, llega a transformarse en el director de orquesta más aclamado del momento? Probablemente las razones son muchas, incluyendo la pasión, el talento, la perseverancia, el trabajo duro, la formación en el sistema y la siempre bienvenida cuota de fortuna.

Pero probablemente la característica más relevante, ha sido su reconocida capacidad para dirigir y liderar. Desde la orquesta más modesta a aquella compuesta por los mejores músicos del mundo. Porque si hay algo que ha logrado marcar la diferencia, ha sido su capacidad para obtener resultados frescos y actuales con obras escritas, la mayoría, hace varios siglos.

Creo que todos hemos escuchado en algún momento, en un seminario o leído en un libro, la clásica analogía entre el líder y un director de orquesta. Me atrevería a decir que es una de las comparaciones más utilizadas y probablemente menos comprendidas de todas. Porque es muy difícil comprender el rol de un director de orquesta si uno nunca ha pertenecido a una, y lo más cerca que ha estado a este fenómeno es haber visto, en directo o en televisión, a un sujeto en un podio, vestido de frac, parado frente a un grupo de 80 músicos agitando de manera furibunda las manos, con una batuta en una de ellas, sin entender muy bien que hace y si realmente habría diferencia entre si está ahí o no.

Y es que el principal trabajo del director no está durante el concierto, sino en todo el trabajo previo que hay antes de este. Que parte por estudiar la partitura y lo que ella depara para cada uno de los instrumentos. Luego adentrarse en las motivaciones e intenciones que tuvo el autor al escribirlo (a veces son mas explicitas que en otras), para finalmente definir cual es la intensión, el sentido y el sello que quiere darle a esta, su propia interpretación de una obra maestra.

El gran desafío entonces es, luego, transmitir todo esto a los mas de 80 músicos que serán quienes harán que estas ideas realmente, y de manera literal, suenen como él espera.

A modo de ejemplo, hace un tiempo encontré en youtube un video* donde el mismo Gustavo Dudamel ensaya con la orquesta el cuarto movimiento de la Sinfonía Escocesa de Mendelssohn. En él se puede observar como repasa y repite sistemáticamente los 4 primeros compases, es decir, aproximadamente los primeros 30 segundos del movimiento. Lo más interesante es que en el video, de poco más de 2 minutos, el director no corrige la ejecución técnica de cada instrumentista, sino que intenta transmitir el sentido de porqué están tocando y que efecto quieren generar en la audiencia que los va a escuchar y cómo las emociones juegan un papel clave en esa experiencia. Para ello repiten una y otra vez, hasta que quien dirige llega a tener la convicción que suena como debiese sonar.

Entonces uno aquí entiende el porqué se utiliza constantemente la analogía del director de orquesta para intentar explicar el rol del líder. Sobre todo, de aquellos líderes que manejan equipos grandes y altamente especializados. Pues es imposible que ese director sepa tocar cada uno de esos instrumentos, pero lo que si sabe es como quiere que suenen, es decir el resultado final. Porqué si tengo a los mejores no es necesario decirles la forma en que deben tocar (micro-management), pero si como, bajo mi experiencia y conocimiento, debiese sonar la sinfonía. No solo en la ejecución perfecta de cada uno, sino, sobre todo, en el resultado conjunto, en la obra que el espectador va a escuchar y disfrutar.

Entonces, cuando un espectador asiste a un concierto (ya volveremos a tener esa maravillosa oportunidad), el que sea, lo que observa y oye es el resultado de un arduo trabajo que tiene siempre a un líder detrás, que preparó cada detalle para que cada uno de sus músicos dé lo mejor de sí, y por lo tanto, el resultado final sea acorde a lo diseñado y ensayado. Y lo más importante, que este resulte en una experiencia fascinante y emocionalmente memorable para el espectador.

Finalmente, las profesiones de ambos Dudamel se parecen mucho, pues ambos se juegan más de la mitad del partido antes de salir a la cancha.

Takeaways: Todos hemos escuchado alguna vez la analogía sobre el líder y el director de orquesta. Sin embargo es muy difícil comprender el rol de un director de orquesta si uno nunca ha pertenecido a una, y lo mas cerca que ha estado a este fenómeno es haber visto, en directo o en televisión a un sujeto en un podio, vestido de frac, parado frente a un grupo de 80 músicos agitando de manera furibunda las manos, con una batuta en una de ella. Acá van algunas luces sobre lo relevante de ese tipo de liderazgo.