Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie (Giuseppe Tomasi di Lampedusa).
Este último tiempo y a raíz del Covid 19, hemos estado viviendo en nuestro país el “síndrome del terremoto”: un miedo que nos invade y que nos lleva instintivamente a arrepentirnos de los males que hemos causado y a prometer que en el futuro todo será distinto, que viviremos de otra forma, que nos portaremos mejor. Pero lo cierto es que una vez pasado el terremoto, tenemos en cuenta nuestras promesas por unos días, pero a poco andar pasan al olvido. Sólo fueron declaraciones de intenciones vacías de contenido y sustancia. Y hoy, lo podemos ver en todas partes: abundan las palabras de buena crianza; y las simples declaraciones de intenciones; de teorías y vaguedades.
Lo antes señalado la historia lo refrenda. Los eventos dramáticos o plagas que la humanidad ha conocido en su historia, han generado siempre cambios, pero más en la forma que en el fondo. Ha habido cambios tecnológicos, culturales, en las formas de vivir y relacionarnos, pero el ser humano ha seguido siendo el mismo y comportándose igual una vez pasado el miedo. La peste negra en el siglo 14; el cólera en el siglo 19; y la gripe española, primera y segunda guerra mundial en el siglo 20 son ejemplos de ello. En todas estas grandes crisis no vimos un salto evolutivo en el ser humano, el que siguió comportándose igual o peor.
¿Qué hacer para que lo reseñado no se vuelva a repetir?, ¿Para que esta no sea una crisis más?
El desafío hoy es evolucionar en consciencia y no involucionar. Es salir del estado de consciencia egoico que nos ha tenido atrapados por siglos y que se ha visto reflejado en el querer controlar; ganar poder y prestigio a cualquier precio; y en el retener y acumular, lo que ha sido fuente permanente de conflictos. Cuando la consciencia evoluciona y se expande hacia la transpersonalidad (superando en algún grado al “Yo”), comienza a emerger una tendencia natural a vivir en paz, en armonía conmigo y con los demás, con comprensión, con empatía, con espíritu de colaboración y buscando naturalmente el bien común. En suma, esta es una nueva oportunidad que nos da la vida para despertar, que no es otra cosa que recordar quienes somos, conectar con nuestra esencia, para desde este nuevo lugar recuperar nuestra humanidad básica.
La evolución en consciencia tiene que empezar por cada uno, es un proceso individual en su inicio, pero que luego se extiende y extiende como toda energía que fluye y empapa. Debemos dar un paso adelante. Vivir lo que está ocurriendo en consciencia, con una esperanza y convicción real de cambio, de no volver a lo mismo y de superar el egocentrismo y la deshumanización que nos ha envuelto. Por cierto, el espejo donde esto se refleje deberían ser las comunidades y las Empresas.
Hasta ahora, las señales que se ven no son muy promisorias; son más forma que fondo: recuperar la productividad; incorporar el teletrabajo; mayor digitalización; modificar el formato de negocios. Pero esto es más de lo mismo, si no hay un cambio real en las personas, y eso implica “Consciencia”. Debemos en los hechos desmentir a Lampedusa y no “hacer cambios para que todo siga igual”.
“Ante tantas necesidades que nos hemos generado, hay que dar cabida a una nueva necesidad: la necesidad de ser humanos”. (Thich Nhat Hanh).
Esta es la gran oportunidad para construir algo nuevo, una realidad plasmada de humanidad, ética y solidaridad. Y esto dependerá de cada persona y no de ninguna Organización ni grupo. Sólo de nosotros dependerá que saquemos lo mejor o lo peor nuestro. Pero, a la consciencia hay que abrirle la puerta. ¿Cómo hacerlo?.
- Debemos actuar y movernos desde un estado de quietud. Es importante que paremos, que conectemos con el silencio, que respiremos conscientemente (y lo hagamos ojalá varias veces al día), y que a partir de ello conectemos con nuestro cuerpo y el momento presente. La vida nos está llamando a parar. Acostumbrémonos a parar, a hacer pausas y a no vivir corriendo.
- La práctica de la “atención plena” (ser totales en lo que hagamos), que naturalmente se irá manifestando en nosotros, nos dará comprensión, claridad para ver, y a partir de ello una consciencia expandida.
- Desde este nuevo lugar, situémonos en el centro de la situación que estemos viviendo en determinado momento, y generemos naturalmente acciones conscientes, que nos permitan sacar lo mejor de nosotros y ponerlo al servicio de los demás. Intentemos actuar, en la medida de lo posible, desde lo que nos dicta el corazón y no la mente. Más que en el “QUE” estemos enfrentando, centrémonos en el “COMO” lo enfrentamos.
Esta es una oportunidad de oro para repensar como deberían ser las Empresas del futuro. Pero hagámoslo de verdad, partiendo por identificar y cuestionar todas las creencias en las que hemos basado nuestro accionar hasta ahora.
Si le abrimos la puerta a nuestra consciencia, lo más probable es que cuando volvamos a la calle, al trabajo, seamos personas distintas, nos relacionemos de una nueva forma con los demás; vivamos a otro ritmo; no tengamos por principal prioridad el acumular o atesorar; funcionemos más desde la colaboración que desde la competencia; y privilegiemos una vida sencilla.
Ojalá que al final de todo esto, caminemos más despacio; seamos más cercanos y humildes; y tengamos la capacidad y la claridad para construir Empresas más humanas.
Takeaways: Las turbulencias y las grandes crisis de la humanidad son una gran oportunidad para la expansión de la consciencia, y para dejar atrás al ser humano egocéntrico y deshumanizado, lo que por cierto se debería ver reflejado en la lógica bajo la que funcionan las Empresas y los Negocios