“La gente seguirá a las Empresas que les importe la gente” (Arturo Calle – Empresario colombiano).

En el último tiempo se ha venido demonizando sistemáticamente el lucro como algo intrínsecamente perverso. Esto ha llegado a tanto, que ya muchas personas simplemente evitan usar el término. Al respecto y ciñéndonos a lo que significa el concepto (Ingreso, ganancia, beneficio o provecho que se consigue a partir de realizar una determinada actividad), debemos consignar que en sí mismo el lucro no tiene nada de malo. Es más, podríamos decir que es consustancial a la esencia del ser humano, el que mayoritariamente opera al amparo de una lógica costo – beneficio. Si no existiera el lucro legítimo, la sociedad, como la conocemos hasta hoy, sencillamente no funcionaría.

Sin embargo y a partir de lo anterior habría que decir que el gran problema de hoy es que se ha “extraviado la brújula” entre lo que es un lucro legítimo y un lucro excesivo, inconsciente o abiertamente irracional. En cuanto a este extremo de exceso, lamentablemente sobran ejemplos en el último tiempo, en distintos sectores e industrias, lo que se ha reflejado en márgenes escandalosos, en el distanciamiento cada vez mayor entre el retorno al factor capital y el retorno al factor trabajo, y en el seguir operando bajo el imperio de paradigmas absolutamente disfuncionales, como por ejemplo el que siguen muchas Empresas en cuanto a “ganar el  máximo posible, al menor costo posible y en el menor tiempo posible”. De esto se deriva una terminología relativamente coloquial y común, pero que refleja muy bien esta realidad: Hay que “descremar el mercado” (poner un precio inicial lo más alto posible para aprovechar a los incautos interesados); “sácale el jugo a ese cliente” o “ese cliente ya no da más leche”. Lo señalado es un reflejo claro de una sola cosa: falta de consciencia. No se ve la realidad; no se piensa en el otro; se opera bajo una lógica de retener, acumular y atesorar, como si esto nos permitiera asegurar y controlar algo (Hoy es un buen momento para reflexionar esto, ante la crisis que estamos viviendo). Tenemos que limpiarnos de ciertas creencias arraigadas, como por ejemplo “mientras más gano, más soy”; “mientras más gano, más seguridad tengo”; o “si no aprovecho de ganar ahora, no ganaré nunca”.

Ahora, para conseguir que se vaya instalando en nuestra sociedad la generación de un “lucro consciente”, es fundamental hacer algún trabajo interior y expandir la consciencia individual, y a partir de ello, la colectiva. Es clave pasar de operar desde una consciencia de carencia a una consciencia de abundancia (siento que no me falta nada y lo que necesito vendrá a mí). Las personas verdaderamente abundantes son aquellas que han descubierto su razón de ser desarrollando una vocación de servicio orientada al bien común, aportando el máximo de valor agregado. En este esquema, el beneficio vendrá sí o sí y será el resultado de un actuar consciente. Por lo tanto, hay que intentar salir de la influencia del ego, el que siempre piensa en sí mismo antes que en el otro (¿Cómo voy yo aquí?; ¿Qué voy a ganar yo?). En relación a esto, cabe hacer notar que existen dos “leyes naturales” que al ser aplicadas individualmente, nos pueden ayudar a ir abriendo el camino hacia un lucro consciente sistémico.

“El precio justo depende de tal cantidad de cosas que sólo Dios puede saberlo”. (Juan de Lugo).

El gran debate moral que viene desde tiempos remotos es “cuál es el precio justo de las cosas”. Si bien esta discusión en principio está teñida de subjetividad, esta comienza a desaparecer cuando se introduce la consciencia individual, ya que ella nos lleva a ver y a considerar a la contraparte, lo que hace surgir naturalmente una pregunta: ¿Si yo fuera el comprador de este bien o servicio, cuanto me parecería razonable pagar?. Cuando yo veo una situación desde el punto de vista del otro, la consciencia aflora y se manifiesta. Por otra parte, hay datos más objetivos como el costo real que tiene para mí producir un determinado bien o servicio. Por ejemplo, si yo tengo en stock mascarillas antivirus cuyo costo me significo $100 por unidad : ¿cuál es el precio justo que debería cobrar por su venta?. La respuesta consciente sería: el que me dé un margen de utilidad que yo estaría dispuesto a pagar si fuera el comprador. (Ej.: 30% -40% como margen consciente v/s 500%-1000% como lamentablemente se ha visto en el último tiempo). Cuando miramos los productos o servicios a la luz de la consciencia, el precio justo aparece. Lo mismo ocurre con las rentas del capital. Hay una rentabilidad o “sueldo” razonable para el capital que sólo la consciencia la ve (Ej: 10%-15% anual v/s 100%-200%anual). Por lo tanto y teniendo en cuenta la cita de Juan de Lugo, la ley del precio justo existe y está por sobre cualquier teoría económica, ya que ha  sido dictada por los confines de nuestra consciencia, que es donde se anida la sabiduría.

“Una persona jamás podrá convertirse en líder si no hace otra cosa que aquello por lo que le pagan” (Napoleón Hill).

La otra ley natural que hay que tener en consideración es la “ley de las utilidades crecientes”, que dice que cuando se hace voluntariamente y sin expectativas de retribución algo más que por lo que a uno le pagan, esta acción se nos devuelve en el tiempo en la forma de beneficios incrementales (expresados en mayor reputación, mayor demanda, mayores ingresos o mayores utilidades). Actualmente existen muchas personas y Empresas que las mueve un lema: “Yo no hago nada si no hay un pago, o utilidades interesantes”. En este esquema de pensamiento, está el virus de un lucro inconsciente y desmedido.

Cuando se hace algo, se vende algo o se presta un servicio por un deseo primario de servir y de ser útil y no por una consideración meramente monetaria, todo cambia, todo adquiere otra dimensión, ya que es la consciencia la que se está expresando. Imaginémonos por un momento que un laboratorio farmacéutico que produce y vende medicamentos vitales para pacientes crónicos, decidiera unilateralmente y sin mirar a la competencia, disminuir sus excesivos márgenes de utilidad rebajando los precios: ¿Qué creen ustedes?; ¿Estaría ganando o perdiendo?.

Hoy estamos viviendo una crisis gigantesca que nos debe invitar a reflexionar a este respecto: ¿Es viable promover o defender en la actualidad un afán de lucro tóxico como el que hemos visto generalizadamente en los últimos años?. Creo que debemos aprovechar esta contingencia para dar un salto en consciencia y humanidad, que nos permita a todos vivir tranquilos y vivir mejor.

Takeaways: Hay que volver a revalorizar el lucro (como concepto y realidad), el cual ha sido demonizado en los últimos años. Pero para lograr esto, es imprescindible pasar de promover un lucro tóxico e irracional, a un lucro consciente que mire y piense en el otro, y que a partir de ello se impregne de humanidad.