“Éxito abrumador” es la frase con que con los expertos han calificado el resultado de una prueba piloto realizada en Islandia para analizar los efectos de una semana laboral de cuatro días.

Este experimento se llevó a cabo durante los años 2015 y 2019. En él, se ensayó la reducción de la jornada laboral de 40 a 35 o 36 horas, pero sin que esto afecte al salario que perciben los empleados.

El modelo fue tan bien recibido por la comunidad trabajadora de este país que, a día de hoy, aproximadamente el 86 % de la fuerza laboral se encuentra realizando sus actividades bajo este formato.

Mayor bienestar, mayor productividad

El informe presentado deja muy en claro que, gran parte del éxito del estudio, está basado en que los trabajadores encontraron en el tiempo libre un aliado para mejorar su bienestar a nivel personal.

Factores como el estrés y el agotamiento se ven visiblemente reducidos. Esto hace que las personas tengan una mejor disposición y concentración al trabajo, desencadenando en mejoras notables en cuanto al rendimiento.

Pero los beneficios observados no se reducen a los hallados en el corto plazo. La adición de tiempo libre en la rutina semanal, junto al sentimiento de realización personal que viene con la conciliación laboral, desencadenan en efectos positivos para la salud en el largo plazo.

El núcleo familiar también se vería fortalecido con esta medida. El tiempo libre adicional les permitiría a los padres de familia pasar más tiempo en casa y hacerse cargo ambos de la crianza y el cuidado de los hijos.

Por todo esto y más, el modelo de semana laboral de cuatro días empieza a entrar en la agenda de los países europeos.

Para el año 2022, el Gobierno Español invertirá 10 millones de euros en investigar los efectos de la reducción de la semana laboral a cuatro días en su población.

Por otro lado, en Bélgica se está debatiendo la implementación de una jornada de cuatro días, pero sin reducir la cantidad de horas trabajadas.

Otros beneficios

Más allá de la conciliación laboral y del notable incremento en la calidad de vida de los empleados, esta nueva manera de trabajar podría traer otro beneficio muy significativo.

En el medioambiente, según un estudio realizado por Greenpeace, la reducción de las horas de trabajo podría disminuir categóricamente la huella ecológica, la huella de carbono y la emisión de CO2.

Esto se debe a la menor utilización de maquinaria y al descongestionamiento del tráfico en el día libre extra.

Latinoamérica y el miedo al cambio

Contrarias a las ideas europeas, en Latinoamérica el sector empresarial no ve con buenos ojos una reducción de la jornada laboral.

La Asociación Nacional de Empresas de Colombia sostiene que esta medida no puede favorecer en lo absoluto al aparato productivo nacional.

Si bien en este país se aprobó recientemente una reducción en la jornada laboral a partir del año 2023, la nueva cantidad de horas fijadas es de 42, distribuidas en cinco días.

Aunque hay países en la región donde las jornadas son más amables, como es el caso en Argentina, Chile y Paraguay. En estas naciones, las personas trabajan entre 30 y 35 horas semanales, pero repartidas en cinco días.

Esta renuencia al cambio no es nada nueva. A finales del siglo XVIII las personas trabajaban más de 15 horas diarias durante seis días a la semana.

Cuando a principios del siglo XIX los sindicatos empezaron a exigir mejoras en los horarios, los empleadores pronosticaban un colapso total en los productos y servicios; lo que llevaría, según ellos, a una crisis económica.

El reto de la semana laboral de cuatro días

Más allá de los beneficios observables en los primeros estudios, aplicar este mecanismo implica un desafío gigante en lo que se refiere a reestructurar el mundo empresarial y adaptarlo a un nuevo paradigma.

El principal punto problemático de esta idea es encontrar la manera de desarrollarla en todos los sectores productivos.

De entrada, la reducción de la semana laboral a cuatro días no parece ser aplicable para todas las empresas ni para todas las formas de trabajo.

En este sentido, es un beneficio al que solo podría tener acceso una fracción de los trabajadores.

Universalizar esta nueva manera del empleo y hacerla llegar a todos los puestos de trabajo y todos los sectores, sin importar la empresa o la jerarquía del empleado, a día de hoy sigue pareciendo utópico.

Riesgos

Para los empleados en situación de vulnerabilidad (millones de personas en Latinoamérica y el mundo) la reducción de la jornada laboral puede convertirse en un arma de doble filo.

Al juntar necesidad económica y tiempo libre, se corre el riesgo de que las personas opten por tomar un segundo empleo.

Esto, lejos de acercarlo a un estado de mayor relajación y confort, lo cargaría de muchas más horas de trabajo a la semana.

Las consecuencias más notorias serían una merma en su capacidad productiva, asociadas al agotamiento físico y mental.

Este estado podría llevar a cualquier persona a sufrir de serios problemas de salud, sobre todo a aquellas más vulnerables.

Entonces, ¿es posible una semana laboral de cuatro días como norma estándar?

A menos a día de hoy, esta no parece ser una medida aplicable a todos los sectores laborales a nivel mundial.

Dependerá mucho de la naturaleza del trabajo, disposición del empleador, cultura de trabajo colectiva y las necesidades y expectativas de los trabajadores.

Pero algo en lo que sí no hay duda es que, para implementar una semana laboral de cuatro días que sea bien recibida, los sueldos no pueden ser reducidos.

De esta manera, el éxito de este paradigma dependerá enormemente de que en todos los lugares y los contextos en los que se aplique se llegue a la misma conclusión que en Islandia: Reducir la jornada laboral a cuatro días por semana aumenta la productividad de los trabajadores.

Takeaways: En Europa está siendo cada vez más aceptado y adoptado el modelo de trabajar durante cuatro días a la semana, ya que ha generado un incremento de la productividad en los empleados. En Latinoamérica este fenómeno parece estar más lejano, principalmente, por la cultura empresarial y de trabajo, así como también las condiciones de muchos empleados, que lejos de favorecerse con esta medida, terminarían optando por tomar un segundo empleo.