Un reciente estudio de la Universidad de Harvard habla sobre el efecto negativo de las oficinas de plantas abiertas, sobre todo para la productividad de los trabajadores.
En las últimas décadas las oficinas de las principales empresas del mundo comenzaron a experimentar un “revolucionario diseño”, todo con el fin de que sus colaboradores socializaran más y compartieran abiertamente sus creativas ideas. Eso significó derribar los muros y hacer grandes mesones para que los trabajadores se sentaran con sus computadores. Además este modelo sugería que la productividad de las compañías aumentaría considerablemente. Así fue como el nuevo concepto se apoderó de los gurú del diseño de interiores, que crearon espacios abiertos.
Este nuevo paradigma parecía funcionar y miles de empresas alrededor del mundo lo empezaron a incorporar, sin embargo, en Julio de 2018 un estudio de la Universidad de Harvard entregó las primeras luces de que algo no andaba bien con el modelo, demostrando que las interacciones personales entre empleados que trabajaban con paredes decrecieron enormemente al pasarlos a un espacio de trabajo abierto.
Cara a cara
Los responsables de romper con este mito son Ethan S. Bernstein y Stephen Turban, dos investigadores de Harvard Business School, quienes acaban de publicar su estudio en la revista Biological Sciences. Allí demuestran que la interacción cara a cara entre los trabajadores de una compañía disminuye en un 72% dentro de las oficinas de plantas abiertas, quienes además antes de hablar prefieren enviar un correo electrónico. Pero eso no es todo. En el estudio también explican que los trabajadores se vuelven mucho menos productivos. Finalmente concluyen que en lugar de provocar una colaboración cara a cara cada vez más dinámica, la arquitectura abierta desencadena una respuesta humana natural que es alejarse socialmente de los compañeros e interactuar a través de otros medios como la mensajería instantánea.
El debate no ha pasado desapercibido y se ha instalado en influyentes medios de comunicación internacionales como The Economist, la BBC, la revista estadounidense Inc., entre otros. Incluso, la pregunta central que se ha instalado es ¿cuál es el mejor modelo de oficina?, ¿conviene volver a oficinas cerradas y cubículos? Pero tampoco esa parece ser la fórmula.
¿Quien tiene el control?
Una nueva mirada ha sido planteada por So Young Lee, profesor de la Universidad Yonsei, y Jay Brand, un profesor asociado de psicología cognitiva, quienes entregaron una solución a través de otra investigación: que los empleados elijan qué les funciona mejor en cada momento. En su estudio se percataron de lo siguiente, “los participantes que afirmaron tener niveles altos de distracción –por estar en espacios abiertos- estaban menos satisfechos con su entorno laboral”, pero también que «los empleados que consideraban que tenían un control personal sobre su espacio de trabajo, ya que su empresa les daba libertad para trasladarse si lo deseaban, aseguraron estar más satisfechos con su entorno laboral, más unidos al grupo y más satisfechos con sus empleos”. Entonces Lee y Brand concluyeron que la clave no está “en tener oficinas abiertas o cerradas, sino en permitir que el empleado decida dónde y cómo quiere trabajar, y así ofrecer la posibilidad de espacios abiertos y espacios cerrados, y dar, finalmente, la posibilidad de que los empleados (no solo los mandos intermedios) elijan si quieren estar aislados en algunos momentos y estar juntos en otros, siempre en función de sus necesidades».
Esto demuestra que las recetas masivas o las modas del momento no siempre son una buena idea para los ambientes laborales. Y que lo mejor es probar y mediante evidencia determinar cuál es el modelo más adecuado para cada empresa.
Takeaways: Los espacios abiertos se han convertido en la tendencia dominante en cuanto al diseño de las oficinas, pero eso no garantiza que sea la mejor opción para tu lugar de trabajo. ¿Qué hacer? devolver el poder de decisión de los trabajadores para que elijan dónde trabajar, según sea la labor que deben realizar.