“El lenguaje político es construido para lograr que las mentiras parezcan verdaderas y el asesinato respetable”

George Orwell

La palabra es la herramienta más poderosa que tenemos como seres humanos, porque a través de ella podemos expresar nuestro poder creativo, de comunicación y de conexión con lo que nos rodea. Pero como todo lo que conlleva poder, tiene dos caras: aquella que puede iluminar o crear el sueño más bello y aquella que puede destruir lo que señala.

Dado lo anterior, desde hace ya tiempo se ha venido librando una batalla subterránea en el ámbito del lenguaje, cuyos contendientes buscan una sola cosa, la manipulación; la que ya es notoria en distintos ámbitos de la sociedad, incluido por cierto el de las Empresas.

Hoy la manipulación tiene que ver más con el uso abusivo de las palabras, con la violencia verbal, que con la violencia física. Los manipuladores han creado un lenguaje propio, en el que muchas palabras han sido despojadas de su significado original, otras ya no se pueden usar, y se imponen nuevos significados en función del mensaje, ideología o concepto que se quiera instalar. Sin lugar a dudas, la principal técnica de persuasión y manipulación que actualmente tienen las personas que manejan cuotas de poder, es el lenguaje.

Lo señalado le da forma al “escenario lingüístico” con el que tiene que convivir un líder hoy en día, el que podríamos resumir en los siguientes tipos de lenguaje que lo acechan en cada momento:

  1. Lenguaje políticamente correcto: Las palabras y los mensajes deben estar acordes a lo que se ha impuesto como correcto en los medios y en el ambiente social por un grupo de “iluminados”. Abundan los mensajes que carecen casi totalmente de significado por el uso de eufemismos indescifrables y terminología rara impuesta y aceptada por la corrección política. A partir del uso de este lenguaje han surgido “palabras mordazas”, que con solo expresarlas se descalifica al que se tiene enfrente (algunos ejemplos: populista, reaccionario, heteropatriarcal, neoliberal, homófobo, fascista etc, etc.). En el ámbito social y empresarial ocurre exactamente lo mismo, siendo mal visto llamar las cosas por su nombre (desvinculación; reorganización; daño colateral; eventos ; situación de calle; afroamericano; interrupción del embarazo, etc., etc..)
  2. Lenguaje “engolado”: Este es un lenguaje que cada vez se ha ido imponiendo más en los ambientes económicos y empresariales. Es el lenguaje “inflado”, de la “papa en la boca”, altisonante, académico, lleno de tecnicismos para demostrar una supuesta valía. Resalta las palabras, pero esconde los hechos y la fragilidad del mensaje. Usa frases humo no refutables. Cito al respecto un extracto de un discurso reciente de un alto directivo de una gran Empresa: “Las consideraciones objetivas de los fenómenos contemporáneos obligan a concluir que el éxito o fracaso en las actividades competitivas no exhibe ninguna tendencia conmensurable con la capacidad innata, sino que es un elemento de que lo imprevisible debe tenerse invariablemente en cuenta”.
  3. Lenguaje ficticio – mentiroso: Es casi una ley que mientras más se repite un concepto menos existe en la realidad (Ej: democracia; justicia; progreso; responsabilidad social; felicidad organizacional etc.). En esta tipología caen también las nuevas formas, pero envueltas en mentiras. Un ejemplo típico es aparentar que cambia algo, cambiándole el nombre. Una muestra de esto en las Empresas es cuando se le cambia el título a una Gerencia. Se usan palabras bonitas que intentan ocultar la brecha gigante que hay entre lo real y lo que se declara.
  4. Lenguaje cultural – autoritario: Este es el lenguaje histórico en las Organizaciones, que es instintivo, visceral, reactivo y vertical. Su verbalización es a través de una orden directa que se expresa sin anestesia alguna. Todavía está bastante arraigado y se las ha arreglado para convivir con los tres anteriores.
  5. Lenguaje inclusivo: Este es el último invento y que poco a poco ha ido penetrando, siendo bien visto su uso para no ir contra la corriente imperante (Todes; poetes ; otres etc). Aunque suene ridículo, ahí está y hay que convivir con él.

“Según como las utilices, las palabras te liberarán o te esclavizarán aún más de lo que imaginas. Toda la magia que posees se basa en tus palabras”

Miguel Ruiz

Ante el escenario descrito surgen inmediatamente un par de interrogantes: ¿Qué debe hacer un líder o alguien que aspira a serlo? ; ¿Cómo se debe mover en medio de esa maraña de palabras, eufemismos, mentiras y ridiculeces?

La respuesta es una sola: nada y mucho. Nada en el sentido de no resistirse a lo que es; dejarlo estar; no inflarlo; hacer como que esos lenguajes no existieran, para así no alimentarlos con nuestra energía. Mucho en el sentido de que un líder de verdad no debe encuadrarse en un modelo o estilo de lenguaje que viene de fuera, sino que debe buscar y encontrar su propio estilo; aquel que sea una expresión de su ser auténtico, su consciencia.

Al respecto, cabe hacer notar que ya los antiguos Toltecas, pensaban que la impecabilidad de la palabra era una de las claves para vivir mejor y conectarse con la divinidad, Creían con razón que las palabras son el instrumento de la magia que poseemos como seres humanos. Pero la magia puede ser blanca o negra: una sola palabra puede cambiar una vida o destruir muchas. Una palabra apreciativa que surge del corazón, del Ser, puede romper cualquier hechizo y cambiar la vida de una persona. Ahora, ¿cuál es el camino para encontrar los dos tesoros: nuestro propio lenguaje y palabras impecables? La respuesta es: crear “ESPACIO INTERIOR”.

El lenguaje es precedido por el pensamiento, por lo que cuando este es descontrolado, impreciso y disparatado, como suele ocurrir, se genera invariablemente un lenguaje inconsciente, improductivo y reactivo. Pero este proceso es reversible si promovemos un “lenguaje consciente” que provenga del pensar con claridad y con “espacio”, uno de los atributos de la consciencia.

Hay que trabajar la habilidad para crear “espacio interior” previamente a intentar comunicar o verbalizar algo. Y este espacio no es más que un estado de presencia consciente, un estado interior de quietud y alerta, libre de pensamientos y de cualquier movimiento mental.

La impecabilidad de la palabra y nuestro propio estilo surgirá naturalmente si va precedido por ese mirar claro. Ese espacio atento. Fluirá naturalmente un lenguaje simple, minimalista, llano, franco, directo, apreciativo, sin uso de eufemismo alguno y que ilumina y transparenta. Será sin duda concreto, dejando atrás la palabrería, el elitismo y el “postureo”.

Busquemos nuestro propio estilo de lenguaje, no nos dejemos llevar por las corrientes imperantes y la terminología de moda. Las palabreas poderosas son aquellas que nacen de ese espacio interior y por lo tanto han pasado por el cedazo del corazón y no de la mente.

Takeaways: Los aspirantes a líderes en el mundo de hoy no deben dejarse arrastrar por la batalla que impera en el campo del lenguaje, ni por la manipulación asociada. Deben buscar su propio estilo para que sus palabras tengan poder. Y esto se logra sólo generando espacio interior.