“Nadie llegó a la cumbre acompañado por el miedo.” (Publio Siro).

El miedo en su esencia y origen es una emoción primitiva, que es connatural al ser humano y a su evolución. Su función es generar alertas y reacciones que se ponen en marcha ante una situación de peligro. Es decir, genera un conjunto de mecanismos de defensa esenciales para nuestra supervivencia como especie. Visto así, en términos puros, el miedo es útil; nos sirve. Sin embargo, cuando lo anterior se transforma en algo permanente, podemos hablar de un miedo patológico que puede llegar a destruirnos.

Vivimos hoy en una sociedad que está construida y basada en el miedo. Lo que moviliza es el dinero, el éxito, aquello que la sociedad considera símbolos de bienestar para que las personas no se sientan perdedoras; generándose luego el continuo miedo de perderlos. Las personas son valoradas por lo que hacen, por lo que tienen y no por lo que son, lo que va generando un “círculo de vida” nefasto: deseos permanentes por conseguir más y más; un apego casi irracional a lo que se ha obtenido y luego el consiguiente miedo a la pérdida. El miedo ha florecido y se ha expandido en un mundo del “Yo – Yo”, en donde los deseos son infinitos y en donde se aspira a controlar algo que por definición no puede ser controlado: la vida. Los apegos y el miedo a la pérdida se derivan en el fondo de esta necesidad de control, que no es más que una elaboración de nuestro ego, a través de la principal herramienta que tiene a su disposición, la mente. El ego no acepta que tiene los días contados y busca control y poder, que le permitan en alguna medida sentirse a salvo o con una pasajera sensación de seguridad.

Lo anterior ha generado una patología, la enfermedad del miedo, que actualmente es sin duda la enfermedad mental más grave que padece la humanidad. El miedo no es más que una ficción mental que se alimenta del pasado y vive temiendo un futuro inexistente. Es lisa y llanamente una trampa de la mente. A pesar de lo dicho, lo cierto es que hoy, la sociedad, las economías imperantes y los medios de comunicación, han transformado el miedo en algo casi real. Esto, uno lo aprecia en todos los espacios o ámbitos por los que se mueve. Pero: ¿Qué pasa y cómo se vive la situación que se ha descrito dentro de las Empresas?

“He aprendido que las personas olvidan lo que dices y olvidan lo que haces, pero jamás olvidan lo que les haces sentir” (Maya Angelou).

Lo señalado nos indica que las personas que entran a trabajar a una Empresa, llegan ya con un miedo basal o de origen importante : miedo a lo que el futuro pueda depararles; miedo a la enfermedad; miedo a la vejez; miedo a la pérdida de posesiones y afectos; miedo a la escasez; miedo a la inestabilidad, etc, etc….. Ante este escenario, lo que cabría esperar es que las Empresas, al ser organizaciones vivas, con alguna historia y en las que conviven personas que supuestamente comparten ciertos objetivos, dieran algo de contención, canalizarán o transformaran en algún grado esa energía que viene de fuera. Sin embargo, ocurre exactamente todo lo contrario.

Mi percepción hoy, es que la mayoría de las Empresas se han transformado en especialistas en multiplicar en forma exponencial el miedo original de las personas. Esto uno lo aprecia claramente hoy en día en cualquier Empresa a la que uno vaya: la energía predominante es el miedo; lo que se deja traslucir en las conversaciones que se dan; en el lenguaje gestual; en los niveles de stress; de angustia; licencias médicas etc.  Hoy cuesta encontrar a alguien que se sienta seguro en su Empresa; que se visualice siquiera en uno o dos años más dentro de ella. Se ha instalado un estilo de dirigir personas, que aunque se haga en forma elegante y disimulada (usando por ejemplo algunas herramientas de gestión de moda; o colocándole a las gerencias nombres más amigables), se basa en el fondo en la coerción y en la generación y administración del miedo. Esto, que parece una locura, es aplicable a todas las áreas, incluidas las de Recursos Humanos (o de Personas, como las llaman en algunos lugares). Por ejemplo, se ha instaurado la moda de los “planes de acción”, que en la práctica no es un apoyo para mejorar, sino una simple y directa amenaza: “si no cumples el próximo mes o el próximo trimestre te vas”. Me ha tocado ver Gerentes con planes de acción porque salieron bajo el puntaje esperado en una medición de clima organizacional. Hace poco el Director comercial de una Institución Financiera, me comentaba orgulloso y como muestra de lo bien que gestionaba, que tenía a un tercio de su plantilla de ejecutivos de cuenta con plan de acción. Insólito. ¿Alguien en su sano juicio, puede pensar que alguien va a ser productivo bajo amenaza?

Si queremos ver si en una Empresa hay liderazgo de verdad, miremos los niveles de miedo. La ausencia de miedo es el fundamento del liderazgo efectivo. En la mayoría de las Empresas de hoy, se ha instalado una “cultura del miedo”, la que por cierto se come a cualquier esbozo o aspiración de cultura organizacional escrita en un papel. Se moviliza por miedo; los gerentes se han vuelto expertos en multiplicar el miedo que traen las personas. Esto se aprecia día a día en el lenguaje, las formas y en una orientación casi demencial hacia la obtención de números y resultados; en vez de generar ambientes humanizados para que las personas trabajen tranquilas y se desarrollen.

“El miedo es como el fuego. Si lo controlas, te calentará y te mantendrá vivo; pero si te controla a ti, te quemará y destruirá” (Sylvester Stallone).

Ante un escenario como el descrito, que a primera vista parece desolador, hay un camino de salida que contempla tres pistas que van en paralelo :

a)Consciencia y Presencia del Líder : Hemos visto que el miedo se multiplica en las Organizaciones con la dinámica de una “cascada”, de arriba hacia abajo. Por lo tanto es esencial que esto se trabaje desde las cabezas; desde los liderazgos. Un líder no podrá ni sabrá dar contención ni canalizar el miedo que sienten los demás, si primero no lo ha trabajado ni erradicado en él. El líder o el que pretende serlo, debe expandir su consciencia y adquirir el atributo de la “Presencia”, que sólo se obtiene a partir de la práctica y en forma empírica. La “Presencia” la podríamos resumir en un “Ser y estar”; un estado de conexión profunda con uno en el aquí y ahora, y a partir de ello con los demás. El líder con presencia mira desde otro lugar, conecta naturalmente practicando una escucha profunda y una comunicación amable; y tiñendo todas sus acciones de civilidad y consciencia. Cuando alguien invadido por el miedo, se encuentra frente a alguien con “presencia”, el miedo tiende a evaporarse.

b)Quietud y Atención Plena: Un liderazgo auténtico debe ser capaz de generar ambientes y espacios quietos, tranquilos, amables, en donde las personas puedan desarrollarse a través de la expresión libre de sus dones y talentos. No actúa por coerción sino por inspiración. Cuando se genera un ambiente de quietud, en donde se practica la atención plena, hay consciencia y comprensión, de lo que se deriva la confianza, el gran antídoto contra el miedo. Los liderazgos del futuro deben movilizar por la confianza y no por el miedo. De esto se deriva la “seguridad psicológica”, lo que lleva a las personas a actuar, a perder el temor a equivocarse, a manifestar su creatividad, todo lo cual debería reflejarse lógicamente en mejoras en la productividad y en el funcionamiento de los equipos. Hoy, en lo concreto, se deberían repensar por ejemplo, los sistemas de cumplimiento de metas que siguen muchas Empresas, que son y generan una verdadera locura, reflejada en la sensación de que “a fin de mes se acaba el mundo”. Este sólo mecanismo hace que el miedo se expanda en forma impresionante. Hay que volver a una auténtica administración por objetivos (a medio y largo plazo), que genere espacios para que las personas se movilicen, actúen y se desarrollen en un ambiente amigable y de relativa normalidad.

c)Generación de Comunidad : Las Empresas deben ser comunidades de verdad, en donde las personas se sientan parte de ellas y en conexión con otras personas. Se vive el “Nosotros” más que el “Yo”, lo que genera una energía colectiva sanadora y un flujo de conciencia y fraternidad que puede sanar y transformar vidas. Una comunidad nos genera una sensación sólida de conexión con los demás, lo que nos da la fuerza suficiente cuando sentimos miedo; y ayuda a consolidar y expandir energías positivas como la confianza y la armonía. El miedo se expande ante la idea de una identidad separada, y se retrae cuando uno  se ve reflejado y conectado con los demás. El miedo tiene pocas posibilidades de propagarse, cuando se está en una comunidad que es un refugio que sostiene, con consciencia, humanidad y solidaridad.

Takeaways: A pesar de los discursos que se oyen sobre el papel de las Empresas, su responsabilidad en la sociedad y sobre la aplicación de técnicas modernas en la administración de recursos humanos, es un hecho evidente que actualmente la gestión sustentada en el miedo es una de las prácticas más utilizadas por los jefes en el mundo laboral. Los Gestores y Gerentes, se han convertido en expertos en promover y multiplicar el miedo, a pesar de todas las evidencias que señalan los nocivos efectos que ello tiene sobre el clima laboral, la eficiencia, la creatividad y la innovación. El gran desafío de hoy es como pasar de “culturas del miedo” a “culturas de confianza”.