El precio de la grandeza es la responsabilidad (Winston Churchill).

Cuando se habla de liderazgo, inmediatamente se nos viene a la mente el concepto de responsabilidad, el cual en la sociedad actual y en el mundo empresarial es asociado mayoritariamente a la obtención de resultados económicos y a la buena gestión. Se supone que un directivo o ejecutivo, es responsable y a la vez exitoso, cuando genera beneficios a corto plazo y ayuda a construir una ruta que permita conseguir ingresos y utilidades a futuro, que avalen el crecimiento y la viabilidad de la Organización. Responsabilidad es sinónimo de eficacia y eficiencia.

De hecho, hoy en día, los programas de formación para ejecutivos se centran no en el desarrollo de grandes líderes, sino en la formación de directivos eficaces. Consecuencia de esto es que muchos ejecutivos creen que dirigir Empresas equivale a utilizar a las personas que trabajan en ellas para incrementar cada año la cuenta de resultados.

Lo señalado ha llevado a que actualmente predominen las “jefaturas” o “liderazgos” egocéntricos, en que la principal responsabilidad que se reconoce tiene que ver con centrarse en satisfacer las exigencias del ego: ingresos, beneficios, reconocimientos, mayores cuotas de poder. Estos jefes creen que el liderazgo trata exclusivamente de ellos, de su yo, por lo que actúan en consecuencia haciéndose sólo responsables por lo que satisface a este yo en el corto plazo.

El modelo empresarial actual, que se sustenta básicamente en la obtención de resultados económicos cortoplacistas, lógicamente refuerza esta postura, la que resulta absolutamente insuficiente y disfuncional, pues se aleja de lo que debería ser el corazón de un liderazgo auténtico y transformador, el que se asocia a dos responsabilidades claves que no tienen nada que ver con lo expuesto.

Aquel que mira afuera, sueña. Quien mira en su interior, despierta (Carl Jung).

La primera y esencial responsabilidad de un líder es su estado de consciencia. Esto es muy importante, dado que el factor primario de la creación es precisamente la consciencia. No importa lo activo que seamos o el esfuerzo que hagamos; nuestro estado de consciencia crea nuestro mundo y si no hay cambio en ese nivel interior, ninguna acción, por grande que sea, producirá diferencia alguna. Sólo recrearemos versiones modificadas del mismo mundo una y otra vez, un mundo que será el reflejo externo del Ego. Como alguien dijo, “para liderar a otros, primero tienes que aprender a liderarte a ti mismo”, lo que implica un trabajo personal y práctico de autoconocimiento, lo que debería ser la base de cualquier formación de líderes. Una persona, al conocerse a sí misma y saber de qué manera se relaciona con el resto de seres humanos, empieza naturalmente a interactuar desde la empatía y no desde la soberbia. Sólo sobre la base de esta comprensión, el liderazgo pasa a ser vivido como un servicio y no como algo utilitario que me beneficia. Se entiende desde el corazón, que todos estamos en el mismo lado y compartimos historias, por lo que se comprende que lo que se le hace al otro, te lo haces a ti mismo.

Ahora, para tomar responsabilidad sobre mi estado de consciencia, lo primero y clave es trabajar la atención plena, que es ese estado de alerta que nos permite volver nuestra atención continuamente al momento presente y no permanecer atrapados en las “películas mentales”. Nuestra presencia se convierte entonces en nuestra identidad, en lugar de nuestros pensamientos y emociones. Al estar alertas y practicando la atención plena, hay consciencia; y consciencia significa presencia. Este es el único camino para acallar o liberarse del dominio del ego.

Usando la atención plena, un líder de verdad tiene que responsabilizarse (hacerse consciente) en primerísimo lugar, por su estado interior en un momento dado y no identificarse con él, esencia del ego. A partir de esto se derivan responsabilidades muy concretas:

  • Soy responsable por lo que pienso.
  • Soy responsable por lo que siento.
  • Soy responsable de cómo percibo el mundo (de ver la realidad; lo que realmente es).
  • Soy responsable de generar relaciones conscientes y sanas.
  • Soy responsable de mis actitudes.
  • Soy responsable de mi lenguaje: de lo que digo y como lo digo.
  • Soy responsable de mi ambiente inmediato.
  • Soy responsable por mi papel en la sociedad.
  • Soy responsable de mi corporalidad.

En suma, un líder debe ser el estado de alerta, la luz de la presencia, la consciencia que es anterior a cualquier pensamiento o emoción y más profunda que ellos. Es decir, debe ser el “Ser detrás del Hacer”.

Todo empleado es el hijo o la hija de alguien. Como un padre, el líder de una Empresa es responsable de esas vidas preciosas (Simón Sinek).

La segunda gran responsabilidad de un líder son las personas que tiene a cargo. Y esto, que es tan importante y obvio, suele olvidarse. En la práctica, la mayor parte de las veces, se ve a las personas como un recurso contingente que hay que administrar y “sacarle trote”, para cumplir los objetivos (normalmente cuantitativos y de corto plazo), del área o Empresa que tenemos a cargo,  demostrando así competencia profesional. Pero hablando claro, la competencia profesional no basta para ser considerado un buen líder; los buenos líderes deben preocuparse de verdad por las personas que le han sido confiadas. Sin embargo, esto no es lo que se aprecia en la realidad. Lo que uno normalmente ve es que el hilo se corta por lo más delgado, es decir por las personas que tienen menos autoridad. En nuestro país la “ley del embudo” es probablemente una de las pocas leyes que funcionan a la perfección:”lo ancho para mí; lo estrecho para ti”.

No me ha tocado conocer y es raro que se dé el caso de un jefe que ofrezca y ponga de verdad su cabeza, cuando le piden que sacrifique a algunos subordinados suyos, para ayudar a la obtención de algún objetivo de la Organización (normalmente rentabilidad). En circunstancias como esta es donde se ven los líderes de verdad. El autor Simón Sinek ha trabajado el tema del liderazgo, usando como concepto central el lema del cuerpo de Marines estadounidenses: “Los líderes comen al final”. Y esto es lo que debe ser: el auténtico liderazgo es servicio al otro, es anteponer las necesidades ajenas a las propias. Los grandes líderes se preocupan de verdad por aquellos a quienes tienen el privilegio de dirigir, y entienden que el valor del liderazgo muchas veces es a expensas del interés propio.

En resumen y a modo de conclusión, un líder auténtico debe inspirar, y sólo se inspira cuando se asumen al 100% las responsabilidades claves, que son actuar desde el Ser, la presencia; y asumir que a uno se le ha confiado parte importante de la vida de un grupo de personas. Esto es lo que marca la diferencia en cualquier organización. El mayor activo que puede tener una empresa, es que sus trabajadores sientan que los tratan como seres humanos, a los que se respeta y protege, y no como un simple recurso que se administra.

Takeaways
El concepto de responsabilidad se asocia normalmente al de liderazgo. Pero las personas que hoy se denominan líderes, ¿son responsables de verdad?. Hasta ahora la responsabilidad ha sido asociada esencialmente a la gestión cuantificable y cortoplacista (ingresos; beneficios; eficiencia). Pero el éxito o fracaso de una Organización se basa en la excelencia de sus líderes y no en la mera gestión. Y la excelencia en el liderazgo se juega en dos responsabilidades que hoy no son prioritarias: el desarrollo y expansión de la consciencia del líder, y la responsabilidad por las personas que le han sido confiadas.