Hola de nuevo. Quiero hacerte una pregunta ¿Cuántas veces has pensado en que te gustaría cambiarte de trabajo? ¿Cuántas veces has querido trabajar en la empresa de tu amigo que te cuenta feliz lo bueno que es el ambiente laboral, lo increíble que son los beneficios, lo entretenido que es su trabajo, lo motivado que se siente cuando hace su “pega”?  Y ¿Cuántas veces has pensado en que estás agotado, que no quieres más “eso” para ti, que estás cansado de “eso”, pero no puedes renunciar porque tienes una lista gigante de deberes que te aplastarían si te quedaras si pega? Más de una ¿verdad?

Bueno, ocurre que cada vez menos hablamos de “eso”, lo más importante en el trabajo: los efectos de ciertos factores laborales en nuestra Salud Mental. Y aunque hay muchos artículos y estudios que nos confirman que la mentalidad es uno de los factores más importante para crear culturas ganadoras, seguimos al debe con este tema dejando a la salud mental al margen del éxito organizacional.

En general, cada vez que hablamos de “Salud Mental” como tal en el ámbito laboral podemos ver rápidamente rostros incómodos, muecas extrañas o comentarios estigmatizantes que no hacen más que esconder el tema debajo de la alfombra para que no se vea.

Pero es eso, ni más ni menos que eso: esconder un tema que es parte de nuestra vida, un elemento que nos compone de la misma manera en que nos componen las habilidades, los conocimientos y las emociones.

¿Por qué hasta ahora nosotros, los mismos de RRHH, hemos intentado imponer con nuestra visión occidental que en el trabajo la mente, el cuerpo y el espíritu deben ser tratados como subsistemas separados? O acaso ¿nunca hemos escuchado ese “sabio” consejo de que es mejor no mostrar las emociones en el ámbito laboral?  Así, tal cual, como si lo que te pasa a ti como papá, mamá, hijo, hija, etc., es un error. 

“…Había una vez una mujer embarazada que no estaba bien emocionalmente, estaba vulnerable y le contó a su jefa porque pensó que la podía entender. Claro, su jefa también era mujer, también estaba “en edad reproductiva”, también había tenido hijos durante su estadía en esa empresa y también los niños tenían “poca pero razonable diferencia de edad” entre ellos. La jefa la escucha, la mira y le dice que  “es mejor prepare su salida para cuando vuelva… que así, llorando, lo único que demuestra es debilidad y poca fortaleza”. La mujer embarazada nunca más volvió.

Y había otra vez un trabajador al que nunca le definieron su línea de reporte a pesar de las innumerables ocasiones en que lo pidió, entonces tenía 2 jefaturas directas y cada una asumía muy bien su rol. Cada una tenía sus propios intereses, sus propias exigencias, su propio orden de prioridades, su propia escala valores, de lealtad, de compromiso, de resultados, etc. Un día, mientras una de ellas le daba feedback (opuesto al de la otra), el protagonista literalmente reventó, sus compañeros nunca más lo vieron, nunca más supieron de él…”

Cualquiera de los 2 casos puede tener detalles que discutir en mayor profundidad, pero en ambos casos podemos ver los estragos de la castración emocional en el ámbito laboral.

Y la pregunta es: ¿Qué nos pasó?

¿En qué momento nos separamos tanto de lo que somos como personas (cuerpo, mente, espíritu) que permitimos que esto ocurriera y ahora estemos dando “manotazos de ahogado” tratando de crear como sea programas que mejoren nuestra Salud Mental como los programas de Equilibrio vida – trabajo, de vida sana hábitos, culturas de saludo, de dar las gracias, de respeto, de mirarse a los ojos, etc, etc, etc? (Hasta parece raro escribirlo! ¿No les pasa que también es extraño leerlo? Parece que es verdad que a veces uno necesita ver para creer)

Creo que fue en el momento en que nos permitimos entrar sólo con una parte de nosotros mismos al trabajo, sólo con lo bueno que tenemos para ser lo mejor en nuestro trabajo, dejando (como dice Laloux) una parte de nosotros atrás, separándonos de una parte de nuestro potencial, de nuestra creatividad y energía.

¿Es esto lo que realmente queremos? ¿Queremos lugares de trabajo tóxicos, donde sólo podamos ser una  porción de nosotros mismos?

Francamente, creo que no, que nadie lo quiere, pero es muy frecuente ver cómo los líderes y los lugares de trabajo refuerzan (inconcientemente a veces) prácticas de separación y temor a través de la glorificación y la celebración excesiva de la confianza en sí mismo.

Pero atención aquí, porque aun cuando tener confianza en sí mismo puede llevarnos muy lejos, (como a ese joven profesional que derrochaba autoconfianza desde que llegó a la compañía y hoy es un alto ejecutivo de la misma) si esta fortaleza no se acompaña de otras cualidades como por ejemplo la humildad, podemos correr el peligro de infestarnos de LÍDERES NARCISISTAS que ya tienen una alta prevalencia y significativos efectos negativos tanto para quienes dependen de ellos como para la misma organización en términos de costos finales reales.

En la medida en que este enfoque de trabajo y de líder siga validándose en las organizaciones, continuaremos viendo cómo aumenta la depresión y el estrés, y como se están transformando en una de las principales epidemias de salud de nuestro tiempo.

¿Está entonces todo perdido?

Hoy creo que no, gracias a que afortunadamente cada vez más personas en el mundo (occidental) están tomando conciencia de lo que realmente son y quieren para sus vidas, reconociendo que la vida y el trabajo son parte de la misma persona y que la separación forzada en la que hemos estado acostumbrados a vivir sólo ha traído niveles patológicos de ansiedad y sinsentido. Asítambiénhan ido surgiendo nuevos líderes como Kofman, Laloux, Sisodia, entre otros, que están comprometidos a enseñar cómo  hacer esto de una mejor manera. Léanlos, se los recomiendo.

Takeaways:

¿En qué momento nos separamos tanto de lo que somos como personas que ahora estamos dando “manotazos de ahogado” tratando de crear como sea programas que mejoren nuestra Salud Mental? Creo que fue en el momento en que nos permitimos entrar sólo con una parte de nosotros mismos al trabajo, sólo con lo bueno que tenemos para ser lo mejor en nuestro trabajo, dejando una parte de nosotros atrás, separándonos de nuestro potencial, de nuestra creatividad y energía.