“Lo que tenemos que aprender en nuestra vida no son informaciones ni conocimientos. Tenemos que aprender a vivir” (Rolando Toro).

Seniority es un término que cada vez se menciona más en las Empresas y Organizaciones de hoy. Es común escuchar, sobre todo a nivel gerencial, algo así como: “para esta posición se requiere alguien con seniority”. De hecho, cada vez se utiliza más al definir los requisitos de los candidatos a considerar para cubrir un puesto de cierta responsabilidad.

El término seniority proviene de senior, y hace referencia a alguien superior en categoría y experiencia respecto a quienes desempeñan la misma profesión o cargo. Se asocia a la madurez profesional (mezcla óptima de saber y hacer), la que se refleja en cualquier entorno, cualquier situación o con cualquier persona. Esta es la definición conceptual, pero veamos lo que nos dice la praxis.

Cuando uno ve en la práctica las asociaciones que se hacen al usar el término seniority, se da cuenta que se lo vincula a aspectos externos, de formas, que son funcionales o alimentan nuestro ego. Temas como representar y encarnar el papel de gerente (encarnación de “personaje”); dar una imagen ganadora y de seguridad; ser “político” al interior de la Organización (no va contra los dogmas establecidos. Es el campeón de la “corrección política); tener como brújula los resultados económicos; sentir agrado por el trabajo bajo presión; moverse como pez en el agua en un ambiente competitivo; sentirse a gusto con los sistemas de gestión en base a metas, las que cumple cueste lo que cueste; aspirar a ser el primero en todo (su objetivo: escalar); ejercer y transmitir autoridad; tener la habilidad para sacarle “trote” a sus equipos; tener la capacidad para mostrarse y posicionarse en toda reunión a la que asiste (aunque sean inútiles); transmitir cierto carisma (muchos de los que tratan con él no pueden evitar pensar: “este tiene madera de Jefe”); y por cierto habla fuerte y claro.

Además, todo lo señalado, muchas veces lo complementa con estudios, que hace notar cada vez que puede. Cumple el requisito de la “titulitis”. Hoy en día, pareciera ser que los títulos académicos, te elevan automáticamente a la categoría de buen gestor. Me tocó ver hace poco como lo definitorio para llenar la vacante de un Gerente Divisional en una gran Empresa, fue la pregunta : ¿Cuántos postgrados o maestrías tiene?

Llegado a este punto, los invito a que reformulemos lo que significa y debe significar el concepto de seniority. Lo señalado tiene que ver con las formas, con la apariencia, con lo que hoy es bien visto, porque permite obtener resultados. Pero, ¿es eso lo esencial? ; ¿es eso lo que requieren las Organizaciones y los líderes de hoy?

“Los adultos de nuestra cultura somos expertos en el arte de la ausencia. Aparentamos estar aquí y, sin embargo, estamos pensando en el ayer o estamos inquietos proyectando el momento siguiente”. (Patricia May).

El seniority de verdad; no tiene nada que ver con lo señalado en el apartado anterior, que sólo son atributos egoicos, que si bien nos pueden ayudar en ciertas circunstancias, no forman parte de la esencia de un liderazgo transformador. El liderazgo auténtico no se sustenta en el ego; sí en el Ser, y este se manifiesta en la cualidad de la “PRESENCIA”. Sin esta, cualquier atributo en apariencia positivo, que tenga que ver con el hacer, sobra.

La Presencia es un estado de consciencia que hay que cultivar día a día, momento a momento, y que significa evolucionar hacia la presencia real en cada instante de nuestras vidas, siendo capaces de observar y manejar nuestras dinámicas mentales y emocionales, para estar aquí y ahora, en total entrega y aceptación al momento que estemos viviendo. Es tener la capacidad de “Hacer, Ser y Estar” al mismo tiempo. Nos hemos acostumbrado a funcionar, atrapados por la tensión de lo que vendrá o amarrados al recuerdo de lo que fue, con la mente y la emoción lejos del instante presente. La ausencia es lo habitual.

Un Gerente y Ejecutivo de cualquier rubro o condición, tendrá seniority y podrá aspirar al título de líder, sólo si ejecuta mediante una actitud permanente de Presencia plena, que le permita estar abierto al momento, dispuesto a adaptarse con “vacío interior” a los ritmos y necesidades de los demás. La escucha profunda, la comprensión, el ver y conectar con los otros, sólo será posible si está desarrollada en algún grado la Presencia.

Una gran mayoría de las personas que trabajan en las Empresas de hoy, tienen la sensación de la impersonalidad total, de no haber sido nunca escuchadas ni vistas. Hay que desterrar de raíz el “estar, sin estar”. ¿Cuántas veces en las Empresas, los saludos no son saludos, las sonrisas no son sonrisas, la escucha no es escucha, la comunicación no es comunicación?. Abunda lo ficticio, falta lo real: la Presencia. Si hay presencia no nos perdemos en el mundo de las formas ni reaccionamos inconscientemente. Se genera un campo de energía tranquila y viva, que se esparce por la Organización y que conecta a las personas, las que se vuelven una.

“El regalo más preciado que podemos dar a otros es nuestra presencia. Cuando nuestra atención plena abraza a los demás, ellos florecen como flores” (Thich Nhat Hanh).

El liderazgo y la gestión transformadora parten y terminan en el “arte y don de la Presencia”, que no es más que vivir despiertos, conscientes de nuestros pensamientos, emociones y acciones en medio de nuestros quehaceres. Si no hay Presencia, no hay liderazgo ni seniority posible. La Presencia es el fondo, es la sustancia. Hoy se ven muchos Gerentes y/o aspirantes a líderes con estilo y conocimientos, pero sin fondo.

Este “fondo” es lo que deberían intentar detectar los Head Hunter que seleccionan ejecutivos para ocupar cargos de responsabilidad en las Empresas: que exista aunque sea una pequeña ventana de consciencia, que permita que germine la semilla de la Presencia, lo que por cierto requiere de una práctica y disciplina personal constante y persistente en el tiempo.

A este respecto, cabe destacar además en cuanto a los programas de formación de líderes que se ofertan en universidades y en el mercado en general, que en ellos se percibe la total ausencia de la Presencia en el foco y contenidos; la que lisa y llanamente no se ve ni se trabaja. Esto explica porque los programas de liderazgo que existen son en general un fiasco: intentan formar desde el ego y hacia el ego, dando recetas, como si liderar se asimilara al cocinar.

La consecuencia lógica de esto, es la inutilidad de talleres y talleres de liderazgo, lo que se refleja por cierto en la ausencia casi absoluta de líderes hoy en día. Se ven personas con muchos títulos, bien formadas para ejercer jefaturas, pero de liderazgo nada.

Ahora, para que la Presencia aparezca, se requiere asimilar ciertas prácticas de base que ejecutadas en forma constante permitirán desarrollar:

a) La Autoconsciencia: Implica lograr un fuerte arraigo en nuestro interior. Esto significa reconocer nuestra corporalidad, conectar con la sabiduría de nuestro cuerpo y habitarlo completamente. Al aprender a sentir el cuerpo desde adentro, la consciencia aflora y nos anclamos en el ahora.

b) La Quietud: La presencia aparece sólo cuando hay un fondo de quietud. Debemos ser capaces de generar espacio mental y emocional, que aumente nuestra capacidad para ver, sentir, escuchar y reflexionar sobre lo que nos afecta, para así generar respuestas tranquilas, humanas y creativas.

c) La Atención Plena: Hay que aprender desde la práctica a ser totales en lo que hacemos. Aprender a focalizarnos completamente en el hacer, en la acción misma, más que en el resultado de ella. Estar 100% presentes, simplemente ahí, abandonando toda expectativa o anticipación.

Estos tres aprendizajes, nos guiarán primero a la aceptación de lo que es y luego hacia el “don de la Presencia”, la fuente que nos permitirá ver, comprender y conectar.