“Las Organizaciones poderosas son aquellas en que las personas que las integran no temen a sus líderes”

Simón Sinek


Hoy en día, es un hecho indiscutible que la energía que recorre a la mayoría de las Organizaciones es el miedo, lo que genera una “inseguridad patológica” que afecta y traspasa a las personas transversalmente.

El miedo es una energía corrosiva que paraliza, desmotiva y que se extiende como un reguero de pólvora, porque cruza a la Organización desde arriba hacia abajo.

Y el miedo tiene una raíz bien clara y definida: el sentirse vulnerables, desprotegidos, como un simple número desechable, cuya permanencia y desarrollo en la Empresa puede cambiar de un momento a otro, dependiendo de cómo evolucionen los resultados.

Cuando un Gerente se siente él mismo amenazado, su miedo, que, si bien no es verbalizado, lo multiplica por mil hacia abajo, a través de un sistema de gestión en donde impera la coerción y la desconfianza.

No estamos hablando aquí de generar certezas absolutas al interior de las Empresas porque ello es imposible, sino una “seguridad psicológica” mínima que permita funcionar en un espacio de libertad, de confianza; y en donde uno no se sienta permanentemente amenazado en su subsistencia, ni en su ciclo vital.

En una Empresa sana, las personas entienden que en su funcionamiento y caminar, de vez en cuando pueden ser perfectamente justificables procesos puntuales de desvinculación de personal. Pero una cosa muy distinta es que la mayoría de las personas de una Organización sientan que están permanentemente caminando por la cuerda floja.

Cuando esto ocurre, la inseguridad se transforma en algo permanente, creciente y abiertamente patológico, que no se sana con “medidas de parche”, o con una “gestión gatopardista” que hoy abunda en las Organizaciones, y que consiste en tomar ciertas acciones para hacer como que se cambia algo, para en el fondo no cambiar nada.

Existe una tendencia a pensar que la “seguridad psicológica” se obtiene en una Empresa entregando beneficios; entregando lo que se conoce como “salario emocional”; entregando capacitación o promoviendo jefaturas o liderazgos más amables.

Pero la verdad es que esto dista de ser así. Las personas sólo se sienten seguras de verdad cuando pertenecen a un lugar. Y sienten pertenencia cuando respiran un aire calmo y perciben que son importantes para la Organización. En otras palabras, sienten que tienen las espaldas cubiertas y que su continuidad no está permanentemente puesta en duda.

“Una Empresa está viva cuando se escuchan pocos “Yo” y muchos “nosotros”

El Autor

Una Empresa viva es una Empresa sana; y una Empresa sana es una Empresa que entrega “seguridad psicológica”. Y la percepción de seguridad se sustenta en sentirse parte de un espacio comunitario, en el que todos importan y en el que todos son cuidados y protegidos.

Cuando una persona está inserta en una “Empresa egoica” (realidad actualmente mayoritaria), la “seguridad psicológica” se torna casi imposible, pues el afán de dominio, y el afán permanente de más y más, hace que se prioricen los números por sobre cualquier otra cosa.

Si queremos que nuestras Organizaciones generen seguridad en sus trabajadores, debemos hacer una sola gran cosa, sin la cual todas las demás medidas que se puedan tomar se invalidan: poner realmente el foco en las personas, gestionando desde la consciencia. En este sentido, los números siempre van a ser una consecuencia de personas bien tratadas y cuidadas, y no un fin en sí mismo.

Al respecto se hace imprescindible promover una cultura organizacional amable y de respeto hacia las personas; generar un espacio de trabajo armónico y protegido en donde la “desechabilidad” de las personas no tenga cabida; cambiar de raíz la forma de gestionar en base a amenazantes metas cortoplacistas, y promover tanto la mirada hacia dentro como hacia fuera de la Organización.

La “seguridad psicológica” real, sólo se obtiene y se consolida en una Organización cuando se siente el “nosotros” y se opera desde el “nosotros”.

Takeaways: Si queremos tener Empresas sanas, fuertes y con trabajadores motivados y comprometidos, estas deben generar espacios que entreguen seguridad psicológica a las personas. Cuando impera la inseguridad alimentada por el miedo, todo se contamina, poniendo en peligro la competitividad y la propia supervivencia de la Organización.

Antonio Gutiérrez G.