“El Tao no hace nada y sin embargo, nada queda sin hacer. Por eso el alma sabia hace sin hacer, enseña sin hablar”

Lao Tse – Tao Teh Ching

Una de las frases más recurrentes que utilizamos los seres humanos, casi como una muletilla, es “tengo que hacer”. Siempre estamos ocupados, siempre hay que estar haciendo algo y/o estar esperando para hacer algo. Nos resulta inconcebible y hasta insoportable tener la agenda despejada; hay una voz silenciosa que nos hace sentir menoscabados, improductivos.

En todos los ámbitos de nuestra vida convivimos con el tener que hacer, lo que alcanza niveles increíbles en el ámbito empresarial. Hay que hacer y hacer para lograr y lograr; hay que inventar reuniones; hay que asistir a tal o cual evento; hay que copar la agenda; hay que evitar que te vean quieto, sin moverte y aparentemente sin hacer nada. De muestra un botón: vayan a cualquier Empresa y traten de contactar a algún Gerente. Siempre esta “ocupado”; nunca está disponible.

Lo que normalmente denominamos “hacer”, tiene que ver con lo que nos dicta el ego a través de la mente, la que opera en clave cuantitativa y temporal. Hay que hacer algo para lograr “X” en el tiempo “Y”. Al respecto, al ego le preocupan básicamente tres cosas: darse importancia, sentirse necesario o idealmente imprescindible por o para algo; la grandilocuencia, lo que implica hacer ahora y en el futuro cosas grandes, importantes; y las repercusiones, efectos y consecuencias futuras de lo que hagamos o podríamos hacer (el futuro es una droga para el ego).

Un líder auténtico debe dejar atrás el hacer descrito y que es el que hemos conocido hasta ahora. Debe empezar a convivir con un hacer productivo, consciente, que en la lógica antigua podríamos denominar como un “no hacer”.

Dicho “no hacer” supone, en forma previa, tomar consciencia plena de la “innecesariedad de hacer”. Todo es perfecto. No hay necesidad, obligación, compromiso o deber alguno de hacer nada para ser más o lograr más. Ya somos todo lo que podemos ser. El ego, que es un objeto mental, nos llena la cabeza con fantasías que tienen que ver con lo que es necesario hacer para supuestamente ser más, lo que sólo es una manifestación de su naturaleza vanidosa.

La toma de consciencia de la innecesariedad de hacer (nada hay que ganar, nada hay que perder, nada hay que lograr), nos libera de la pesada carga de “tener que hacer”, nos lleva a limpiarnos interiormente, a estar en paz sobre un fondo de quietud y a actuar conscientemente en cada instante, en cada momento. Pasamos a ser sólo la expresión de nuestra naturaleza original.

Por cierto, no hacer no significa no actuar. Como alguien dijo, “la quietud es movimiento y el movimiento es resplandor de la quietud”. La clave no está en la acción exterior o movimiento, sino en ejecutarlo sin que pierda su conexión con la quietud interior y con la consciencia sobre la “innecesariedad de hacer”, lo que implica que lo que hagamos sea reflejo de la paz que emana del “no tener que hacer nada”, del “no deber”, del fin de toda vanidad.

Por lo tanto, no hacer nada (actitud pasiva), no es lo mismo que practicar el “no hacer”, que podría eventualmente ser asociado al no moverse. Y no moverse no tiene que ver con el cuerpo, que se puede detener sin problemas; sino que tiene que ver con la mente, que se mueve y se mueve, lo que nos lleva a identificarnos con ella.

Hay que lograr el no hacer de la mente, lo que implica abandonar toda idea de mejor o peor, todo motivo, toda búsqueda de provecho. El “no hacer” de verdad, comienza cuando se abandona toda idea, todo concepto, toda motivación y simplemente se hace lo que hay que hacer, haciendo frente a las situaciones que la vida nos va poniendo por delante. Cuando uno hace sin motivo, sin buscar ningún provecho y sencillamente lo hace, entonces y sólo entonces disfrutaremos y seremos una expresión fiel de lo que somos, nuestra naturaleza original.

Por todo lo anterior, es que muchas milenarias corrientes espirituales se han referido a la “no acción” como la forma suprema de acción.

“La Escuela del SER es NO HACER”

Pablo D’Ors

Un líder de verdad, debe aprender a convivir con el “no hacer”, que es un “hacer no haciendo”, en donde el hacer se gestiona desde un paradigma distinto, actuando en todo momento desde lo que eres y no condicionado por un “tener que” o un “ganar o perder”

Ahora, ¿Cómo nos aproximamos a este “No Hacer”? :

  • Sigue haciendo lo que tengas que hacer, pero sin que ese hacer este contaminado por el ego o por tú identificación con la mente. No busques o persigas algo desde lo que se hace o en lo que se hace, y desde lo exterior a ese hacer: reconocimiento, éxito, fama, aplausos, admiración etc. En castellano antiguo, haz lo que tengas que hacer sin la búsqueda de medallas. Si llega algo, estupendo, pero que no sea eso lo que te impulse; tan sólo acéptalo y ya; no hagas caso a los mensajes del ego. El hacer de un líder debe ser un hacer que no busca algo ni espera algo, sino sólo un hacer limpio, transparente, consciente; que actúa cuando hay que actuar y hace cuando hay que hacer, sin ningún tipo de condicionamiento.
  • Practica un nuevo hacer espontáneo, propio y exclusivo. No debe estar contaminado por lo que te dicte el entorno, por el costumbrismo o la corrección política, tan común hoy en día, que silenciosamente nos dicta lo que se puede hacer o decir. El hacer de un líder debe ser propio y libre; y no debe estar condicionado por ningún motivo al agradar o a lo que nos digan desde fuera.
  • Cultiva la quietud. Cuando lo hacemos y logramos convivir con un fondo quieto, todo fluye más fácil: estamos en paz, somos conscientes de los mensajes que nos va lanzando la mente y se le abre una gran puerta a nuestro auténtico Ser para que aparezca y se exprese en nuestro actuar. Cuando somos esencialmente nosotros, aparece nuestra verdadera esencia y el nuevo hacer se desparrama: ya no hacemos en base a patrones externos o buscando premios. Hacemos lo que hacemos sólo porque es lo que hay que hacer y es lo que quieres hacer. Aceptamos las cosas tal cual son, no rechazamos el curso de los acontecimientos y no intentamos forzar ni controlar nada. Nos adaptamos al flujo natural de las cosas y a actuar cuando la resistencia es menor, lo que hace que la acción sea absolutamente natural.

Por lo tanto, el hacer de un líder debe ser un hacer nuevo o un “no hacer”, que implica gestionar nuestro hacer desde el Ser, no desde el tener ni desde el pensar. No se busca nada especial; sólo se hace lo que hay que hacer en el momento oportuno. Ya hemos dejado de luchar por o contra algo; sólo somos nosotros haciendo lo que hay que hacer en cada momento. No hay esfuerzo, no hay tensión, no hay mente; sólo hacemos.

Cuando no hay nada ficticio ni oculto en nuestro hacer y sólo somos nosotros; a partir de ahí todos los que se relacionen contigo sentirán la energía que mueve y le da sustento a un líder de verdad: la Presencia.

Takeaways: Los seres humanos vivimos atrapados por la cultura del “hacer”, lo que se refleja en que la expresión “tengo que hacer” se haya convertido en la muletilla más usada en el mundo actual. El gran desafío de hoy es pasar de un hacer compulsivo e inconsciente, a un nuevo hacer; a practicar un “no hacer” en donde el hacer se gestiona desde un paradigma distinto, en que el hacer pasa a ser la expresión de lo que somos, y no de lo que aparentamos ni de lo que nos dicta la mente (ego). Los aspirantes a ser los líderes del futuro, deben recorrer sí o sí este camino de transformación.