El concepto de Liderazgo debe ser uno de los términos más difundidos y a la vez más mal utilizados en las últimas décadas. En todas partes se habla de liderazgo. Abundan las teorías y escritos al respecto. Estamos llenos de expertos y profesores en Liderazgo. En la academia para qué hablar, escritos, libros, nuevos enfoques, modelos y sistemas; cursos y más cursos teóricos. El lema en vigor: ¡Hay que formar líderes para el futuro!

A nivel de las empresas, el tema ha seguido la misma lógica: todos hablan de liderazgo y muchos aspiran a que los vean como líderes. Cuando se promueve y se le dan más responsabilidades a una persona con proyección dentro de la organización, el primer consejo paternal que se le da es: ¡Tienes que tomar un curso de Liderazgo!

Pero: ¿Dónde están los líderes?

La conclusión lógica de lo señalado es que deberíamos estar llenos de líderes. Pero la verdad sea dicha: cuesta encontrar uno; y esto, en todo tipo de Organizaciones. Lo cierto es que estamos llenos de jefes, personas que tienen cargo y autoridad, pero los líderes de verdad se cuentan con los dedos de una mano. El “vacío de liderazgo” se ha convertido en un problema crónico de nuestra sociedad.

El liderazgo ha sido visto hasta ahora, como un atributo para algunos elegidos y como el correlato del ejercicio de determinado cargo o responsabilidad. Los jefes tienen autoridad, planifican, organizan, dirigen y cumplen objetivos, y esto hay muchas personas que lo hacen bien. Pero esto no tiene nada que ver con el liderazgo. Lo que hemos experimentado es solo un pobre sucedáneo, el cual se ha basado principalmente en cuatro elementos: el pensar, el hacer, el poder y el tener. A lo largo de la historia podemos reconocer muchos “supuestos liderazgos” que se han sustentado en estos factores y que han sido valorizados por su falta de trascendencia o por los efectos nefastos que generaron en el entorno en el que incidieron. Estos son los “liderazgos de papel”, basados en las formas y en el ego.

Hasta hoy, la mayor parte de los modelos de liderazgo conocidos dan prácticamente los mismos consejos o “recetas”, pero dejan a un lado lo más importante: el cimiento en el SER, la Consciencia, que es la base de todo y la matriz de la evolución humana. El liderazgo es una forma de vida que trasciende el cargo, el carisma, la confianza, la ambición o el ego, características con lo que lo hemos asociado históricamente. El líder de verdad, subordina el pensar, el hacer, el poder y el tener, al sentir y al Ser. Es consciencia en movimiento.

El elemento esencial de un líder auténtico es que se mueve por la vida con naturalidad, siendo él siempre y con una consciencia en constante expansión. En términos coloquiales podríamos decir que el líder no va por la vida transformándose en un “personaje” acorde al lugar o responsabilidad que tenga. Siempre es él, siempre es persona.

¿Cuál es el fundamento de un liderazgo transformador?

La labor principal de un líder es inspirar, propiciar que las personas con las cuales trabaja recuerden su naturaleza original, que salgan del modo “robot” en que normalmente funcionan y que contacten con su sabiduría y capacidades primordiales, que las liberen, sean ellos mismos y a partir de ahí desplieguen todo su potencial. Que cada persona que dependa de él, sea lo máximo que pueda llegar a ser. Que desarrolle su mejor versión.

No hay mayor valor en un líder que la gente que está con él sea lo que es. Que se contacte con su naturaleza y la exprese. Un líder debe ser un activador de potencialidad.

Ahora, para poder realizar lo anterior, se debe tener en cuenta que el poder básico de un líder transformador no proviene de otras personas, de teorías o de conocimientos específicos. Proviene de su propio Ser o Consciencia, fuente de ilimitada sabiduría y de la cual derivan las cualidades que componen el corazón del liderazgo transformador: creatividad, inteligencia, poder de organización y amor. De esto se deduce que nadie puede inspirar auténticamente en otros, lo que no ha encarnado antes en sí mismo.

Por lo tanto, el viaje que el aspirante a líder tiene que emprender es el viaje de la expansión de la consciencia, conectando con su esencia, lo que sólo se logra a través de la experiencia vivencial y no desde la mente o los conceptos. El líder transformador no se desdobla; es él en su esencia siempre, aplicando la misma consciencia a una familia, a una comunidad o a una Empresa.

¿Qué aspectos debería trabajar una persona, para iniciar su camino hacia un liderazgo transformador?

Definitivamente, hay que instalar nuevos paradigmas en el ámbito del Liderazgo, partiendo por su concepción y sentido, hasta lo referente a la formación de líderes. Respecto a esto último, hay tres caminos de aprendizaje que una persona debe recorrer, si aspira a convertirse en un líder transformador y consciente. Si no se manejan estos tres aspectos, no hay liderazgo posible.

1. Aprender a detenerse (D): Si bien esto puede parecer contrario a todo lo que se nos ha enseñado y al fundamento de las formaciones en vigor para Ejecutivos (foco en el hacer, el movimiento y la acción permanente), resulta clave para conectar con nuestra esencia y poder ver la realidad. Al respecto se debería trabajar experiencialmente:

Conectar con nuestra corporalidad: Esta es la puerta de entrada para la consciencia. A través del cuerpo nos conectamos con nuestras memorias y también con el ahora.

– Revalorizar el valor del silencio y sus espacios: Del silencio se llega al silencio interior y de este a la quietud, la cual a su vez incide en la acción (quietud en movimiento).

– Desarrollar la habilidad de no pensar: Esto que al ego le puede parecer descabellado, es sin duda la puerta ancha para la claridad y el despertar de la consciencia. La tendencia compulsiva a pensar “acerca de”, nos aleja de la realidad y del presente.

2. Aprender a Observar (O): Un líder trasformador, debe aprender a ser un “Observador activo” de su mente y de lo que genera (pensamientos, emociones, sentimientos, ideas, juicios), única forma de poder dejar de identificarse con ella y lograr una acción consciente. Un líder sabe que él no es lo que piensa ni lo que siente. No se etiqueta ni etiqueta a los demás.

A partir de lo anterior, el líder aprenderá a mirar y a escuchar con todo su ser, involucrando el cuerpo, la mente, el corazón y el alma. Sólo entonces la visión que tenga frente a cualquier hecho, surgirá como una expresión de quien es uno y estará fundada en una profunda comprensión.

3. Aprender a Transformar (T): Desde lo observado y en conexión con la consciencia, el líder transforma:

– Manejando el arte de “soltar” y “dejar ir”.

– Orientándose a la acción, pero a una acción que se lidera desde la consciencia. Sin lucha, sin forzar las cosas. Se actúa desde la aceptación y no desde la resistencia. Permitimos que lo que ya es sea como es, lo que nos genera la libertad interior para generar una acción consciente y efectiva.

– Teniendo la capacidad de construir relaciones, generando vínculos emocionales duraderos.

– Aprendiendo a hacerse responsable de sus patrones de lenguaje, y a partir de ahí generar consciencia y cambio.

– Aprendiendo a identificar y a canalizar su energía, que es lo que atrae o aleja a las demás personas.

Takeaways: se debe recalcar que un líder auténtico no se genera a partir de lo que hace, sabe o dice, sino desde lo que es, su centro, ya que en esto se basa su capacidad de despertar en otros la memoria de su verdadera naturaleza y sus potencialidades. Esto constituye la esencia misma del liderazgo. Es hora de que en el ámbito de los negocios y de la formación, los líderes se reconozcan por su capacidad de inspirar y activar a otros, de generar organizaciones con alma y sentido, de generar comunidad, y no solo por su habilidad para dar órdenes y hacer dinero. A fin de cuentas, el liderazgo es la elección más importante que uno puede tomar: la decisión de Ser y de Servir.