“Si tus acciones inspiran a otros a soñar más, aprender más, hacer más y cambiar más, entonces eres un líder.” (John Quincy Adams).

En la sociedad actual está incorporado el paradigma de que la principal meta debe ser el crecimiento económico, de lo que se deriva la exigencia de una alta productividad a Organizaciones, Empresas y Trabajadores. El foco está puesto en lo económico, lo que lleva a que muchas veces las Empresas hagan exigencias que sobrepasan la posibilidad humana de responder ante su afán de competitividad, de ser los primeros. El “látigo” es el rey. Se funciona por coerción y no por inspiración. Manda el corto plazo. Cualquier actividad que rente a largo plazo, es normalmente desechada. Esto deriva en un estado de ansiedad a todo nivel, lo que lleva a las personas a vivir en una situación psicológica de carencia, con la consecuente necesidad de conseguir más y más; y el posterior miedo permanente a perder lo que se ha logrado. En este esquema, el dinero es un valor en sí mismo, y los que lo poseen se convierten en referentes a los cuales seguir. El dinero tiende a ser acumulado en vez de redistribuido, dado que simboliza valor y prestigio, cualidades que le encantan a nuestro ego.

Pero veamos la realidad. A pesar de todos los esfuerzos que se han hecho en el contexto descrito, hoy en día el problema de la baja productividad es universal en nuestro país, lo que ha sido ya reconocido desde hace años por autoridades, universidades, organizaciones gremiales y las propias empresas. Al respecto, vale la pena reseñar el resultado de algunos estudios que tienen que ver con esto:

  • A fines de Mayo pasado se conoció el ranking de competitividad que publica la Escuela Suiza de Negocios IMD, en el cuál Chile se ubica en el lugar 42 entre las 63 economías monitoreadas, bajando siete posiciones respecto a la anterior medición y acentuando una caída permanente (Hace 15 años la ubicación era en el puesto 19). Lo más cuestionado fue el ítem “eficiencia de los negocios”, lo que no es otra cosa que el grado de eficiencia y productividad real de las empresas. Hoy nuestro país, tiene la mitad de la productividad de los países considerados desarrollados. Las recomendaciones de economistas, académicos y entidades varias no se han hecho esperar: mejorar la inversión, incorporar tecnología, mejorar el sistema regulatorio y contar con una fuerza laboral más calificada. En suma, pareciera que se trata de un tema de dinero y recursos.
  • De acuerdo a la medición de engagement laboral realizada por la Consultora de Capital Humano Circular RH de Fundación Chile (Junio 2019), sólo un 18 % de los trabajadores chilenos se encuentra en un estado de alto compromiso y motivación con su empleo, indicador que se ha mantenido en los últimos 5 años. Cabe señalar que a diferencia del Clima Organizacional, el compromiso de los colaboradores con sus empresas se correlaciona directamente con la productividad que pueden alcanzar. 
  • Lo anterior se complementa con dos estudios recientes de Trabajando.com (marzo 2019), que indican que cerca del 90% de las personas se cambiaría hoy de trabajo (más de un 70% lo haría debido a las características de su Jefe); y que más del 55% lo que más valoran y esperan de sus mandos altos es empatía y comunicación, siendo la inspiración el atributo que sigue con un 11 %.
  • La “guinda de esta torta” la constituye un estudio publicado por “Fundación Sol” en Agosto 2018 en que se concluye que el sueldo promedio mensual de los trabajadores chilenos asciende a 554 mil pesos, en tanto el 70% percibe menos de 550 mil pesos y el 51% percibe 380 mil pesos o menos. Sólo el 15 % de los trabajadores recibe un ingreso superior a 850 mil pesos. Considerando como base el sueldo promedio, diversos estudios concuerdan que las diferencias salariales con respecto a autoridades y a ejecutivos de nivel medio a superior van desde aproximadamente 15 veces a 100 veces. Esto, que en base a cualquier parámetro es, por decir lo menos escandaloso, nadie lo asume ni aquilata.

“La Excelencia en el desempeño no es la consecuencia forzada de la mera capacitación, sino el fruto natural de aquellos que crecen, aprenden y trabajan en un medio humanizado, respetuoso y creativo” (Daniel Coleman).

De lo señalado en el apartado anterior, se deduce una primera gran conclusión, falta de consciencia, lo que ha llevado entre otras cosas a que el problema de la productividad sea generalizado en Chile. Se ha instalado una cierta “cultura nacional” en la manera de trabajar y de retribuir el trabajo, que se refleja bien en el lema “yo hago como que trabajo y tú haces como que me pagas”. Pero, si nos quedamos en esto, entramos en un círculo que no tiene salida: ¿Qué es lo primero ; el huevo o la gallina?. Lo más probable es que si le preguntáramos a un empresario porque paga tan poco nos diría que por la baja productividad de los trabajadores, y si les preguntáramos a estos por su baja productividad, nos dirían probablemente que no se sienten bien retribuidos. Lo cierto es que a partir de los estudios reseñados, también se puede concluir que el origen de la productividad no es un tema meramente cuantitativo. Lo que mueve a las personas no es exclusivamente el dinero, sino múltiples factores que tienen que ver con lo no monetario. Para potenciar el compromiso y la pertenencia a una organización, hay que buscar formas de activar a los colaboradores. Hay que buscar la respuesta para la pregunta: ¿para qué estamos acá?. Y esto tiene mucho que ver con el sentido , el propósito, el que cada persona se sienta parte del proyecto del que forma parte, de la existencia de liderazgos de verdad y de que el entorno laboral sea un espacio de consciencia y realización.

“En lo profundo sólo existen seres humanos, con su inmensa vulnerabilidad, con su inmensa fuerza espiritual… Sólo existen seres humanos. Cuando seamos capaces de despertar a esto, gestaremos un mundo mejor”. (Patricia May).

La causa primaria de la productividad se encuentra en un ambiente de quietud y atención plena, lo que origina entornos en donde la “Presencia” es el atributo o recurso que más abunda. Esto lleva a estar presentes y conscientes de cada acto, lo que se refleja en un actuar consciente en todos los niveles de la organización. La productividad nace de la quietud y la presencia y no del aceleramiento individual y colectivo, ni de las nuevas inversiones. No hay nada más motivador y activador de potencialidades que esto, tanto cuando lo percibimos en nuestros jefes como cuando lo vivenciamos personalmente. Hoy existe una sensación generalizada en las personas, de hacer muchas cosas a un ritmo acelerado, pero de no vivir realmente nada. Se ha ido generando un vacío asociado a la falta de sentido y desencanto en la vida diaria. Si uno escarba un poco, ésta es la corriente subterránea que está socavando a las Empresas por dentro. La realidad es que muchas organizaciones actualmente no gestionan personas, sino “robots” al servicio de una productividad que por cierto no se alcanza. Por otro lado, también hay que tener en cuenta que las Empresas, las Organizaciones y las personas se vuelven egoístas e individualistas a raíz de la “aceleración constante”, en que dejan de importarnos los demás, simplemente porque no los vemos.

En un ambiente de quietud y calma, se crea un entorno organizacional amigable, que respeta nuestros ritmos y en donde la productividad está al servicio del sentido y de la potencia creativa de cada ser humano. En un entorno así, será normal que se viva de verdad en todos los niveles de la organización la “regla de oro”, que consiste en no hacerle a los otros lo que no quisiera que me hicieran a mí (No sacaré la vuelta; me entregaré por entero a mi trabajo; no excluiré; no generaré situaciones injustas; no pagaré sueldos miserables; no abusaré; no etiquetaré a los demás). Debemos aspirar a Empresas en que cada persona busque su bien pero también el bien de los demás. 

Por lo tanto, la generación de “presencia consciente” en las Organizaciones de hoy, debería ser un desafío prioritario, ya que aumenta la efectividad en el trabajo, y permite hacer, decidir y actuar, sin distracciones, apuro, ni ansiedades por el resultado. Por otra parte, mejora la comunicación y la afectividad, pues al estar presentes el corazón se abre, nos aflora el sentimiento de aportar lo mejor de nosotros en cada momento y nos conecta naturalmente con la colaboración y el servicio, lo que ineludiblemente incidirá positivamente en el entorno que nos rodea. Si esto se diera, los estudios indicados al inicio de la presente nota pasarían a ser irrelevantes y no serían tema, ya que la existencia de un flujo de consciencia permanente en las organizaciones, simplemente los haría pasar a positivo, anulando las incoherencias que hoy se registran. Hoy es el momento y no mañana, para romper los paradigmas vigentes y construir organizaciones en que la humanidad predomine. Las Empresas deberían ser mucho más que un mero proyecto : comunidades de personas donde el ser humano  no sea visto sólo como un recurso productivo que puede ser desechado, sino como un ser creativo, lleno de potencialidades, que sólo necesita un ambiente propicio para que florezcan. Ahora, para que este cambio pueda iniciarse, se requieren líderes de verdad, es decir líderes conscientes, cuyo atributo principal sea la “presencia”. 

Takeaways: Al contrario del discurso predominante, el origen de la productividad no tiene que ver con factores meramente económicos. La productividad es el resultado natural de personas que trabajan con sentido y entusiasmo, dando lo mejor de sí en un espacio en donde predomina la quietud, la consciencia y la humanidad. El trabajo pasa a ser un espacio de desarrollo y no sólo un  trámite o algo que tengo que hacer para recibir un pago a fin de mes.