Hoy por hoy el mundo del vinilo está viviendo un especial auge entre la gente que disfruta la música. Han proliferado tiendas físicas y virtuales con un catálogo cada vez más amplio. A este apogeo se suma la aparición de variados sitios donde se pueden comprar álbumes en formatos lossless, como FLAC, DSD, WAV, AIFF, etc. Siendo las mismas bandas o solistas los interesados en poner a disposición de sus seguidores este material en un mejor formato.

Suena extraño en un mundo dominado por el streaming, donde, por unos pocos dólares mensuales puedes disponer de un catálogo casi ilimitado de artistas y canciones, prácticamente de todo el mundo. Acá Spotify reina sin discusión.

Entonces ¿por qué comprar vinilos o música en formatos que son más caros, aparatosos y que ocupan bastante espacio, tanto en lo físico como digital? Y la respuesta está en que estos últimos son formatos que podemos llamar “sin perdida”, es decir, que mantienen prácticamente todo el rango musical que logró producir el artista en el estudio de grabación.

Por contraste, el MP3 es un formato de compresión que para poder hacer potable la música y llevarla a todos lados, primero y tenerla disponible en la red, después, sacrifica calidad y detalles. El punto es que llevamos años escuchando música en este formato, tantos que hemos olvidado que esos detalles existen. Habrá quienes ni si quiera tienen conciencia de ello. Tal vez este es solo un ejemplo más de la cultura de la compresión en que vivimos. Donde hemos potenciado la generalidad y masividad, a costa de los detalles, en muchos ámbitos de nuestra vida cotidiana.

Es poco lo que leemos de complejos y detallados artículos de prensa y nos quedamos con lo que dicen los titulares, con un tweet de 140 caracteres o las primeras líneas de las publicaciones de Facebook, o bien con el escaso texto de las Stories de Instagram.

Tengo claridad que todas estas herramientas son útiles y permiten estar conectados y de cierta manera informados. Lo relevante es tener conciencia que estos pertenecen al ámbito de los formatos comprimidos, que son una mirada general y carecen de detalles.

¿Por qué hago tanto énfasis en los detalles? Porque creo que ahí está la riqueza de las cosas, los matices, las cualidades diferenciales, los elementos más sensibles. Cuando contamos con los detalles es más fácil establecer un contacto más humano con el entorno, más honesto, vinculante y consciente. Son los detalles los que emocionan. Las organizaciones no están ajenas a este fenómeno. Y en mi rol como consultor me toca ver como muchas veces los problemas que suceden en los grupos humanos dicen relación con los intercambios en formatos comprimidos, en la ausencia de detalles, en la pobreza de la comunicación, en la superficialidad de las relaciones.

No tengo duda que, la cultura del mp3, si bien ha facilitado el acceso, lo ha hecho a costa de empobrecer el contenido. No es mi intención juzgar ni poner en evidencia a nadie, sino más bien exponer lo complejo que es vivir en este mundo «comprimido» y lo relevante que es comenzar a levantar formatos sin pérdida que nos ayuden a enriquecer nuestra vida con detalles y matices que mueven y emocionan.

Takeaways: Es en los detalles donde está la riqueza de las cosas, los matices, las cualidades diferenciales, los elementos más sensibles. Cuando contamos con los detalles es más fácil establecer un contacto más humano con el entorno, más honesto, vinculante y consciente. Son los detalles los que emocionan.