“Para tomar consciencia y generar consciencia, hay que hacer preguntas” (Joan Melé).

En el imaginario colectivo y por cierto también en la praxis, el liderazgo se asocia automáticamente a dirección, posición, responsabilidad y todavía en gran medida al cargo. Y lo que inevitablemente se deriva de esta concepción, es que un líder que se precie de tal, debe dar órdenes, instrucciones, marcar objetivos hacia los que el equipo debe dirigirse.

Ahora, partiendo de la base que la esencia de un líder es “hacer que el otro aparezca”, e influir en su desarrollo y transformación personal, lo señalado en el apartado anterior no basta. Falta lo más importante; la herramienta clave en la que debe ser un experto: el arte de hacer y hacerse preguntas.

Las preguntas son importantes porque nos llevan a la reflexión; nos permiten salirnos del modo o piloto automático que normalmente nos tiene atrapados; y nos hacen ver, despertar, encontrar nuestras propias respuestas que nos lleven a avanzar y desarrollarnos. En suma, las preguntas son claves para generar consciencia y a la vez expandirla.

La mejor forma de enseñar, orientar, mostrar caminos y transmitir conocimientos es a través de la realización de preguntas poderosas que iluminen a las personas, para que descubran por si mismas aquello que a primera vista no pueden ver. A este respecto, un punto esencial en la formación de líderes debería ser aprender a manejar la “mayéutica socrática”, que se podría definir en términos simples como el arte de ayudar a parir conocimientos. El estilo socrático consiste en que en base a preguntas que se les hacen, las personas meditan y encuentran las respuestas ellas mismas. Se va generando un diálogo en base a preguntas, llegándose a un final en que la respuesta la descubre naturalmente el propio “interrogado”, a través de una simple conversación.

Se parte de la idea que el conocimiento se encuentra latente en el interior de cada persona, en la consciencia humana, y que es necesario sacarlo a la luz, hacerlo parir. Las preguntas y contrapreguntas van generando un diálogo, una comunicación viva y no forzada, que abre un camino hacia un conocimiento no conceptualizado. Cada persona va aprendiendo, descubriendo y desarrollando nuevos conceptos a partir de sus propias respuestas. En definitiva, se activa naturalmente un “darse cuenta” consciente, lo que deriva en algo clave para cualquier organización: cuando alguien encuentra por sí mismo las respuestas, el tema indagado ya no se le olvidará más; generando además motivación y compromiso.

“Del Líder que tiene todas las respuestas, debemos convertirnos en el Líder con las preguntas más poderosas”. (Alejandro Melamed).

El poder de las preguntas es que abren una puerta ancha al cambio, al aprendizaje y a la transformación de las personas. Las respuestas ya no vienen desde arriba, sino que nacen de un diálogo apreciativo que por sí mismo potencia los objetivos grupales.

Ahora, para que surtan efecto, las preguntas deben hacerse en un ambiente apropiado, en donde impere la calma y la quietud, tema que debería ser de especial preocupación para el líder. Se debe generar además un espacio mental y de tiempo que esté impregnado de confianza, para que las respuestas afloren naturalmente, sin temor y sin presión. Tiene que existir un estilo de dirección que genere un ambiente distendido o de conversación.

Lo peor que podría pasar es que el líder programe sesiones para preguntar, al estilo de un psicoterapeuta o un coach. Esto en general no funciona en las Empresas para los objetivos descritos, porque genera tensión y artificialidad, lo que lógicamente bloquea a las personas.

Un requisito importante para que funcione este tema, es que la persona que pregunta tenga claro lo que busca; intuya de antemano las respuestas o los caminos que hay que tomar (clave para que pueda contrapreguntar e ir abriendo espacios de descubrimiento); conozca de verdad a su interlocutor; sepa cuál es su potencial y tenga una mirada apreciativa de él.

Las preguntas socráticas deben ser esencialmente preguntas de indagación, es decir preguntas abiertas que les permitan a las personas explayarse y no quedarse en un sí o un no: ¿Qué harías tú en este caso?; ¿Qué opinas de…?; ¿Cómo evaluarías tú esto?; ¿Cómo defenderías esto ante el Comité?; ¿Cuáles crees que serían los mejores argumentos?; ¿Cómo se podría refutar tú argumento?; ¿Porque crees que se generó esa situación?; ¿Qué evidencia existe?; ¿Cómo explicarías tú dicha situación? etc, etc……

Cuando ya se ha interiorizado en una Organización el arte del diálogo en base a preguntas, aparecen naturalmente en un segundo nivel las “preguntas de interiorización”, que son autopreguntas iluminadoras que se hacen las propias personas (incluyendo los Líderes), lo que por cierto despeja el camino hacia las respuestas y apoya el proceso de transformación y evolución personal : ¿Qué quiero lograr?; ¿Porque estoy haciendo esto?; ¿A que me estoy resistiendo?; ¿Me motiva realmente esto?; ¿Qué quiero conservar?; ¿Qué no estoy dispuesto a cambiar? etc….

También aparecen las “preguntas de evaluación”, como por ejemplo: ¿En que puedo mejorar?; ¿Qué hice bien?; ¿Por qué falló el proceso? etc…

En definitiva, cultivar el arte de preguntar tiene que ser un foco central para los líderes que necesita el mundo de hoy, que deberían aspiran a iluminar, mostrar caminos y propiciar que aparezca la mejor versión de las personas.

Takeaways: Una de las herramientas más poderosas para que un líder cumpla su misión esencial, que es “hacer aparecer al otro” sacando a la luz su mejor versión, es practicar el arte de hacer preguntas iluminadoras, que lleven al interlocutor a un “darse cuenta” por sí mismo de las respuestas, respecto a cualquier situación que se esté enfrentando. El líder del futuro debe transitar sí o sí desde el mundo de las órdenes e instrucciones al mundo de las preguntas.