“Un Líder es alguien que conoce el camino, recorre el camino y muestra el camino.” (John. C. Maxwell).

En artículo anterior comentábamos que el auténtico liderazgo no se enseña, se aprende. Y se aprende sólo a través de una práctica continua y personal, para activar la semilla que está en el interior de toda persona, independientemente de su rango, posición o condición. El camino propuesto para recorrer y experimentar, lo hemos denominado “Autoliderazgoconsciente”, sólo para identificarlo y diferenciarlo de las diversas teorías y conceptos asociados al liderazgo, que circulan desde hace mucho tiempo. Pero esta “antipalabra” no es un concepto ni pretende serlo. Es sólo un “letrero” que indica que ese es el camino que hay que tomar, si uno quiere convertirse en un líder de verdad. Y este camino, lo que busca simplemente es conectarnos con nuestra naturaleza original, hacernos recordar lo que somos; y en la medida que expresemos nuestra identidad esencial, el liderazgo se expresará a raudales, a través de una acción sustentada en la consciencia y no en nuestra identidad falsa, el ego. Por lo tanto, el camino que se plantea, no aspira a tener el carácter de doctrina o de sustento teórico. Esto nos podría dar sólo conocimiento, lo que de por sí es superficial. Un líder auténtico debe aspirar a la sabiduría y esta surge de la experiencia directa y no de argumentos conceptuales.

Si yo quiero conocer de verdad una manzana, debo probarla, no hay otra alternativa. Alguien me puede indicar dónde está la manzana y describirme con detalles sus características y su sabor; pero así me puedo imaginar cualquier cosa, lo que sí es seguro, es que no la voy a conocer. La única forma de conocerla de verdad y saber de qué se trata, es que la pruebe yo. Este es el sentido de la práctica personal y continua.

Como el liderazgo es una semilla que todos llevamos en nuestro interior, el acceder a él es una decisión personal, y al ser una decisión es una práctica de vida,  a través de la que descubriremos por nuestra propia experiencia, que el liderazgo efectivamente es algo que está presente en nosotros, que se expresa, pero que no podemos circunscribirlo a palabras, pensamientos o conceptos.

“Todo líder transformador está en un viaje personal” (Deepak Chopra)

Un aspirante a líder debe desarrollar sí o sí, dos capacidades claves, si pretende convertirse en un líder transformador y fuente de inspiración para alguien: capacidad para conectar (con sí mismo y con los demás) y capacidad para iniciar o guiar con amabilidad el cambio y las transformaciones. Ahora, para conseguir lo señalado, debe incorporar tres aprendizajes o habilidades: 1) Aprender a detenerse (D): parar; hacer la pausa; ser quietud en movimiento. 2) Aprender a observar (O): ver de verdad; ver la realidad y a partir de ello generar comprensión. 3) Aprender a transformar (T): actuar siempre desde la consciencia; ser consciencia en acción.

Estas tres habilidades, que deben ser usadas permanentemente, las podemos incorporar a nuestra realidad, a través de la realización constante de siete prácticas o principios, que son la base de la excelencia en el liderazgo y por ende la fuente de un liderazgo auténtico y transformador. Esta metodología se aprende y se incorpora, no como un ejercicio intelectual, sino como un ejercicio experiencial. Todo líder debe asentarse sobre estos principios y prácticas, que en el fondo no son más que capacidades innatas, que están en nuestra naturaleza original, y que solo hay que activar y desarrollar a través de una práctica continua y con consciencia. El aprendizaje derivado de este modelo vivencial, es acumulativo y en cascada. Es decir, cada nivel, a partir de la práctica 1, va generando efectos activadores en los siguientes. Idealmente estas prácticas deberían ser realizadas por todos los integrantes de una Organización, independientemente de su cargo. Las personas con responsabilidades de Jefatura deberían estar a la cabeza, predicando con el ejemplo. A continuación se plantea un esbozo de cada una de las prácticas en cuestión, las que se asimilarán solamente a través de ejercicios que cada persona debe realizar y no de teorización.

“Para hacer que una lámpara esté siempre encendida, no debemos dejar de ponerle aceite” (Madre Teresa de Calcuta).

Práctica 1: Autoconsciencia. (D): La primera habilidad que tiene que desarrollar un líder es “hallar su propia voz”; esa voz interior que viene con nosotros y donde se encuentran todas las respuestas. Un líder que se precie de tal, debe tener un centro, un eje que le permita vivir y trabajar con equilibrio, independientemente de las circunstancias que enfrente. Y ese centro es la consciencia, su naturaleza original. Hay que aprender a identificar y a desenmascarar al “personaje” que vive dentro de nosotros, y cuya voz nos habla todo el tiempo, a través de una trama de pensamientos, emociones, creencias, roles, circunstancias, relaciones e ideas sobre nosotros mismos y lo que nos rodea. Esto es lo que normalmente denominamos “Yo”.

Hay que reconocer, vía experiencia directa esa voz esencial que es la manifestación más pura de nuestro Ser. Cuando esto se logra, aparece la autoridad interior, la autoconfianza, la responsabilidad por todo lo que nos rodea, la transitoriedad de todas las formas y las energías que como seres humanos albergamos.

Práctica 2: Quietud (D): Nuestra verdadera naturaleza aflora sólo cuando hay un fondo de quietud. Sólo de esta forma podremos “Ser en el Hacer”. Hoy en día, lo que más necesitamos en nuestra vida es espacio: espacio mental y emocional que aumente nuestra capacidad para ver, sentir, escuchar y reflexionar sobre lo que nos rodea y lo que hay en nuestro interior. Conectar con el silencio, conectar con nuestra corporalidad, desarrollar la habilidad de “no pensar”, son elementos esenciales de esta práctica. Esto permitirá que dejemos de reaccionar (desactivando el “modo piloto automático”), y aprendamos a responder de un modo tranquilo, humano y creativo.

Práctica 3: Atención Plena (O): Esta práctica es el engranaje que alimenta y fortalece a todas las demás. Es la clave para la generación de consciencia, e implica ni más ni menos, que ver y comprender la realidad. Conlleva ser total en lo que uno hace, lo que nos permite unificarnos con el objeto de nuestra atención. Cuando logramos estar íntegramente en lo que estamos haciendo, estamos realmente en el presente, por lo que hay más presencia personal y más poder. Y de esta presencia, surge naturalmente la comprensión, cualidad por la que debería destacar cualquier liderazgo transformador. Como alguien dijo: La práctica correcta para lograr la excelencia en el liderazgo se reduce simplemente a concentrarnos en la actividad que estemos realizando a cada momento”.

Práctica 4: Claridad (O): Un líder debe ser un observador activo de su mente y de lo que esta genera (pensamientos, emociones, sentimientos, ideas, juicios, creencias), única forma de dejar de identificarse con ella y lograr una acción consciente. Un líder sabe que él no es lo que piensa ni lo que siente. No se etiqueta ni etiqueta a los demás. Esta práctica nos permitirá activar una mente de principiante, libre de cualquier posesión; una mente que sabe que todo cambia y fluye.

Práctica 5: Actitud Consciente (T): Desde un espacio de quietud y consciencia, nos hacemos responsables de todo lo que nos ocurre. Esto implica que nos hacemos dueños de nuestras actitudes, lo que es clave, pues estas actitudes son las que le darán forma a nuestra vida. A través de esta práctica aprenderemos a gestionar cada momento, haciendo pausas deliberadas, observando y reconociendo la situación, y generando una acción consciente.

Práctica 6: Creatividad (T): Un líder transforma y transmuta con creatividad. Usa los elementos que tiene disponibles, generando algo nuevo. Pero la creatividad no sigue una lógica racional, pues se origina en ese mismo instante de nada o vacío, que precede a todo proceso creativo. Esta práctica nos ayuda a ampliar el espacio en nuestra mente, conducto imprescindible para que la creatividad aflore y se exprese en cooperación creativa, simplicidad, acción desde el no hacer e inspiración para que los demás también hallen su propia voz.

Práctica 7: Compasión (T): Un líder debe tener la consciencia y la comprensión acerca de la interdependencia existente entre todos los seres vivos. El liderazgo no debe limitarse a gestionar o ejecutar, sino también a fortalecer el altruismo y la generosidad. Un liderazgo sin compasión no es liderazgo. Esta práctica nos ayuda a activar la compasión que se anida en nuestro corazón. Implica aprender a ver al otro, comprender sus problemas o sufrimiento, e intentar hacer algo para aliviarlo.

“Practica y adiestra tu mente. Sólo entonces podrás convertirte en un líder eficaz, al servicio de las personas” (Siddartha Gautama).

Por lo tanto, la práctica que se propone consiste básicamente en un entrenamiento mental, que nos vaya abriendo poco a poco cada una de las siete puertas descritas. El liderazgo se origina en la transformación interna de cada persona a partir de la conexión que ella haga con su naturaleza original, lo que la llevará a actuar siempre desde la consciencia. Los líderes deben ser un modelo de experiencia de vida; no un título ni un concepto. Un líder no puede ganarse la confianza y el respeto de su gente si no da el ejemplo a través de una vida basada en la plena consciencia y en el servicio a los demás.

Takeaways:

Un líder auténtico debe ser un maestro en la práctica, no en la teoría. Debe recorrer si o si el camino propuesto de las siete prácticas, que son los cimientos y el fundamento para la excelencia en el liderazgo. No hay liderazgo posible sin este recorrido. Debe ser capaz de conocerse, conectar con su naturaleza original y a partir de ello, activar sus capacidades innatas, que le permitan salirse del estereotipo “liderazgo en modo piloto automático».