“La Simplicidad es la clave  de la brillantez” (Bruce Lee).

Hay un valor que se ha extraviado en el camino que hemos seguido hacia la “modernidad y el progreso”. Este valor es la simplicidad. Hoy en todo tipo de Empresas y Organizaciones, uno se encuentra mayoritariamente con exactamente lo opuesto: una creciente complejidad en todo y en todos. Esto se aprecia claramente en los procesos, en la forma de organizar el trabajo, en los productos que se comercializan, en la relación con los subordinados, en la relación con clientes, y también por cierto en las formas de liderar. Se busca la complejidad universal. Pareciera ser que la complejidad vende. Me ha tocado varias veces ver a directivos de Empresas, de distinto tipo y tamaño, expresar lo siguiente frente a una propuesta para solucionar algún tema; frente a un proyecto; o incluso frente a un programa o taller de formación: “me parece muy simple” o es “demasiado simple para ser verdad”.

Resulta paradojal: se buscan soluciones, se busca mayor eficiencia, pero a la vez se busca complejidad. Esto, que parece tan raro, tiene su origen sin duda en la cultura en la que nos hemos formado y que podríamos denominar la “cultura del ego”. Bajo su influjo se nos ha convencido de que “más es mejor”: mientras más actividades tengamos, más responsabilidades, más posesiones, más títulos, más complejidad en todo y más experiencias, más valor tendremos y más felices seremos.

Hay que hacer más; escribir más; incluir anexos y anexos; letra chica; hacer cursos de moda; reuniones infinitas y muchas veces inútiles, etc, etc.  Detrás de la complejidad está escondido y al acecho, el deseo y las ansias de posesión y de reconocimiento. A este respecto habría que decir en primer lugar que la complejidad no existe. Es sólo una construcción mental. Al igual que la vida y el universo, todo es simple, todo tiene un corazón o esencia que sólo hay que identificar para dar origen a la creatividad y a una solución simple y transformadora.

La simplicidad se parece mucho a la perfección

  • Implica alejarse del ego, al que le encanta la complejidad, porque se siente validado.
  • Implica sacar lo accesorio, lo que sobra, minimizar (“menos es más”).
  • Implica aplicar sabiduría y no mero conocimiento (El conocimiento es buscado porque satisface al Ego. La sabiduría en tanto proviene de la propia experiencia y de la observación consciente).
  • Implica tener claridad respecto a los objetivos y a la situación que se está enfrentando.
  • Implica humanizar el lenguaje.
  • Implica ser directo y transparente.
  • Implica encontrar y priorizar el camino más corto para llegar a la solución; poniéndonos en el lugar del otro.
  • Implica transmitir paz y tranquilidad (“La persona simple es como un lago en calma”).

Ahora, por cierto, conviene aclarar que la simplicidad no tiene nada que ver con el “simplismo”. Mientras este último se apoya en el “fácil para mí” (conocimiento impregnado de superficialidad y facilismo), la simplicidad se sustenta en un “fácil para todos” (sabiduría aplicada, comprensión, espíritu de ayuda y en definitiva consciencia).

“El mundo es como tú eres. Si eres complicado es complicado. Si eres simple, es muy simple”. (Mario Reyes).

De lo señalado anteriormente, podemos decir que la simplicidad está en nuestra esencia como seres humanos; por lo que al conectar auténticamente con ella, estaremos siendo nosotros; seremos consciencia en acción. La simplicidad es la forma más directa para conectar con el recuerdo de lo que somos. Hay que vivir y trabajar desde la simplicidad. Tenemos que hacer todo lo posible por activarla, poniendo énfasis en los siguientes tres principios:

  • Vivir desde la esencia y no desde la apariencia: Para hacer las cosas simples hay que aprender a vivir en la simplicidad, lo que significa aspirar a vivir bien, dignamente, pero de manera sencilla. No hay excesos; sólo armonía y equilibrio. Se tienen claras las prioridades, sobre lo que es importante y lo que no, generando un equilibrio entre el hacer, estar y ser. Disminuyen nuestros quehaceres y el ritmo de vida. No hay consumismo excesivo; pero sí hay consciencia de abundancia, la que se manifiesta en nuestras relaciones e interacciones con otros. Al anular nuestra necesidad de aparentar, el ego se desactiva, y como consecuencia de ello, ya no sentimos la necesidad de complejizar nada.
  • Mirar con “ojos nuevos”: Hay que practicar la atención plena. Todo está en la observación. Al observar sin juicio, la mente se anula y aparece la correcta atención, y a través de ella, la consciencia perfecta. Nos contactamos con una quietud y una profundidad que nos hace entrar en un no-tiempo, en donde no necesitamos controlar o planificar nada, porque comienza a actuar una inteligencia superior a nuestro ego, y a partir de ello la simplicidad fluye como un río.
  • Hacer realidad (según palabras de Emilio Carrillo) la “triada perfecta”, que por cierto debe caracterizar a todo liderazgo transformador:
    • A) Confianza radical en la vida: un líder debe tener sus pies bien arraigados en la tierra, base de la confianza y del no miedo. Cuando hay confianza, hay simplicidad y viceversa.
    • B) Aceptación: Como confías, aceptas lo que la vida trae; no hay quejas. Una de las cosas más negativas que puede existir es un “líder” quejumbroso, al que por cierto le encanta la complejidad.
    • C) No juicio: Un líder no enjuicia, ni a él ni a los demás. Es tolerante, respeta al otro, teniendo claro que cada persona actúa en función de su nivel evolutivo y grado de consciencia. Cuando existe está comprensión y se actúa en consecuencia, todo fluye naturalmente y en forma simple; no hay complejidad alguna.

“Cuando no sepas que hacer, simplemente sé humano” (Daniel Taropio).

A partir de lo indicado y a modo de conclusión, cabe señalar que cuando hoy hablamos de que los “líderes” deben cambiar (sobre todo teniendo en cuenta los sucesos que actualmente vive nuestro país), esto pasa sí o sí por activar la simplicidad, lo que implicará un cambio radical respecto a lo que se ha venido haciendo. Por lo que se ha podido apreciar hasta ahora, muchos líderes siguen en sus “burbujas”, en donde se sienten protegidos.

El dar discursos, hablar hacia afuera, tomar una u otra medida popular, no basta. El cambio tiene que ser radical. Hay que intervenir no en el hacer, sino en el Ser y la simplicidad es el camino más directo. Las personas sencillas y simples, pueden hacer surgir lo más bello y luminoso que hay en los demás. La simplicidad nos hace entrar en sintonía con la plenitud, con un vivir armónico que nos lleva a expresarnos y a actuar en función de nuestra consciencia, generando un poder transformador basado en la creatividad y la compasión. Gestionar desde aquí puede hacer toda la diferencia. La simplicidad es el camino.

Asumirla, activarla y vivir basado en ella, debería ser nuestra reacción frente a lo que pasa actualmente. La simplicidad nos conecta por tanto con nuestra esencia, con lo que somos; y a partir de ahí nos conecta con los demás. Nos hace darnos cuenta de que antes que todo somos humanos, y que al serlo estamos irremediablemente interconectados. Necesitamos más que nunca aspirar a un país diferente y a Empresas diferentes, y esto sólo podrán lograrlo personas diferentes.

Takeaways:

Vivimos hoy en un mundo en que predomina y se incentiva la complejidad, la que le da sustento a la “cultura del ego” que nos rodea. Pero lo cierto es que la vida en su esencia es simple, por lo que hay que conectar con este valor. Hoy se necesitan Gerentes y líderes simples, sencillos, que no vivan ni aspiren a vivir en una “burbuja”; y que por lo tanto estén abiertos a conectarse de verdad con los demás. La austeridad y la sobriedad son dos valores que se extraviaron por el camino y cuya recuperación es una prioridad para los tiempos que corren